Este fragmento de Heráclito (que en la edición de Diels Kranz está en el 53), podría traducirse (siguiendo siempre la versión del maestro García Calvo –Razón Común, edición crítica, ordenación, traducción y comentario de los restos del libro de Heráclito, (Lecturas presocráticas II), Ed. Lucina, Zamora, 1984):
«Guerra de todos es padre, de todos rey.»
Válganos de epígrafe para hablar, un poco más detenidamente, de esta guerra contra la Realidad. Y lo hago principalmente para que quede bien sentados los motivos, para que no se crea que esto es una propuesta más del arte y sus formas más o menos literarias; y de paso detenernos el tiempo que resulte necesario en el tema de guerra y paz y sus aledaños, tan confusos y tan idealizados, de los que hay que decir alguna que otra cosa.
Primero, si decimos que esta Guerra no tiene fin –ni tiene paz posible- es porque cualquier paz es la reestructuración de la Realidad misma, esto es, del Poder. Si decimos Guerra –un nombre un poco rimbombante y problemático, aunque no inadecuado- es porque estamos obligados a ello: si se pudiera, tranquilamente, yo llamaría a esto simplemente ‘razonar’ la Realidad, ‘desmontar’ la Realidad o –según ese verbo prostituido de Derrida- ‘deconstruir’ la Realidad…
Si no podemos llamarlo así es que en ciertos temas si no dices las cosas con un puntito de exageración parece que no dices nada, a pesar de que, en el fondo, sea lo mismo. ‘Guerra’ es un nombre problemático… pero ajustado a lo que aquí hacemos. Y lo llamamos ‘guerra’ porque el Poder –de la misma manera que hace con todas las obras de las artes y las filosofías- se apropia con fiereza de las cosas y, convirtiéndolas en blanca Idea, no las suelta a menos de que se ejerza una cierta violencia sobre Él.
Esa violencia no es nuestra… de hecho se puede atacar la Realidad con suma tranquilidad. Pero es el Poder quién hace de esa duda, de ese razonamiento –puesto que al final todas nuestras máquinas se reducen a eso: a la duda y al razonamiento- una violencia intratable. Cualquier duda o razonamiento es imposible desde el Poder…
(Jamás veremos a un presentador de televisión,
un periodista de renombre, un político en campaña o un empresario exitoso,
jamás, digo, lo veremos dudando. La duda y el razonamiento es la verdadera
amenaza de la Realidad –más que los terrorismos y crímenes que la justifican-,
lo auténticamente desgarrador sería ver a un político llorando por no saber que
hacer o acaso un profesor de matemáticas que ya no está seguro de la
consistencia de los axiomas de los números naturales de Peano… pero bueno, vamos
más despacio:)
Si queremos hablar de motivos… (aunque la palabra a mí mismo me chirría bastante), no sabría muy bien qué decir. No sé… A cualquiera que preguntara: «¿Y por qué la Guerra?», quizá habría que devolverle la pregunta: «¿Y qué es la Paz?»
Ya no nos vamos a meter, aunque en un momento dado podríamos, del sinsentido absoluto de llamar a esto que se vive en las urbes de occidente –por no irnos a las Áfricas y Orientes, que sirven siempre de justificación-: llamar, digo, a lo que hay aquí ‘Paz’.
Como dice el maestro, sólo es posible llamar a lo que tenemos en las ciudades del progreso progresado ‘paz’ si se contempla esas guerritas de los márgenes: Ruanda, Congo, Afganistán, Pakistán y la India, Israel y Palestina, etc. Y sin embargo, lo que aquí tenemos, el régimen que aquí padecemos, sea más o menos enriquecido –como en Europa o menos, como en América Latina), lo que hay es la misma mortecina sensación. La Guerra, aunque este más disimulada, está ahí, viva y coleando… y la primera medida del enemigo es llamar a esto que vivimos ‘Paz’.
No hay paz. Tampoco estoy seguro de que me interese probar la paz… creo que sólo los muertos pueden tenerla –o por lo menos eso se dice-, pero lo sangriento de la Realidad está ahí para que cualquiera lo vea: futbolistas muriendo en plenos partidos, guerritas de bandas, las economías de guerras ante las hipotecas, la sangre empapando las carreteras, la mortecina y horripilante soledad de las urbes construidas para el Dinero, la miseria –más o menos disimulada- con la que se convive a diario entre los callejones y debajo de los puentes, la desolación, en fin, de la Realidad que, condenándonos a este eterno sufrir, se atreve, encima de todo, a llamar a esto ‘paz’.
Por otro lado, aquí no nos planteamos armas… de esas ‘verdaderas’, de esas de fusil y bala y metralla ni apoyamos ninguna guerrita o guerrilla que a balazos lo único que acaba haciendo es justificar ejércitos, policías, poderes y el miedo y el terror a la guerra. Ello es, más allá de que por lo general apenas están imitando las formas de la Realidad –creando organismos ejecutivos, militares y de gobierno-, ese tipo de Guerras siempre están buscando la ‘paz’. No se puede combatir a la Realidad con armas porque la Realidad justamente se constituye y es la que es gracias a las armas y sus máquinas.
La guerra cuando se hace por la guerra misma –porque el Poder, ¿quién lo duda?, está aquí metido entre mis carnes, entre mis propias palabras, ‘Yo soy el Estado’, dice el guerrillero- empieza librándose contra uno mismo. El primer y más grande enemigo es este Nombre Propio con el que publico y del que reniego. ¡Ese no soy yo! –de ahí la gran sabiduría de los niños y los loros que no saben reconocerse en los espejos. Cuando uno siempre está guerreando contra estas formas no puede aspirar a instaurar forma alguna de tranquilidad –la tranquilidad mortecina de la paz-, sino que sus únicas treguas de alegría se basan en ir recuperando y disfrutando, poco a poco, en ir desmantelando, según se vaya pudiendo, cada uno de los campamentos del enemigo. Devolver a la forma que pide: a la tierra de nadie, a ese espacio hueco y vacío en dónde sólo lo inesperado puede surgir…
Y para ello, lo único que hace falta es dejar rodar el razonamiento… no es ni mucho menos sorprendente que al leer este otro fragmento de Heráclito (DK 22 B 80, trad. de Calvo):
«Pero se debe ver la guerra cómo es común, y justicia contienda, y cómo según contienda se producen todas las cosas y se valen unas de otras.»
ver que se sirve, para describir a la Razón –razón común, xynón esti pâsi tò phronéein (DK 22 B 113)-, el mismo epíteto que usa para la guerra: a saber, xynón, esto es: común. Común que quiere decir que es de todos, en la medida en que cada uno sea cualquiera y no el que es (común en el sentido en el que está separado de las cosas todas) –ya que ‘el que es’ sólo puede estar dormido en la ilusión de creer que su pensamiento es individual y propio de su sujeto (Cfr. DK 22 B 1)-; y por tanto recogemos del efesio esta brillante y límpida razón para decir razón es guerra y guerra es razón –siempre y cuando no se haga para la ‘paz’, ya que entonces Guerra sería Fe, Idea, Muerte-, y sólo en el permanente rodar de la razón –ya que la razón, tal y como venimos diciendo, no llega nunca a conclusión alguna, no cierra nunca su enunciados y siempre está negando, diciendo NO- se puede llegar a concebir esta guerra sin final, sin paz posible… y sin embargo, con ese no sé qué de alegría, con esa sensación de ir recuperando el misterio, metro a metro, trinchera a trinchera, los lugares, las plantas, los animales, los libros, los amores, las canciones y los momentos, libres ya de toda ‘paz’ perpetúa que parecía estar matándolos por dentro.
7 comentarios:
Esto es mentira, ¿verdad, Alejandro? Quiero decir no te puedes estar creyendo que esto sirve para algo... O como mucho servirá para darte un nombre, mentiroso de mierda.
D.H.K.
Esto es mentira, ¿verdad, Alejandro? Quiero decir no te puedes estar creyendo que esto sirve para algo... O como mucho servirá para darte un nombre, mentiroso de mierda.
D.H.K.
Esto es mentira, ¿verdad, Alejandro? Quiero decir no te puedes estar creyendo que esto sirve para algo... O como mucho servirá para darte un nombre, mentiroso de mierda.
D.H.K.
Vete mucho a tomar por culo, Daniel. Sólo un capullo como tu viene a buscar cosas útiles a Internet.
Además, ¿por qué pones el mensaje tres veces? Parece que estás negando a Cristo, tú señor Dios.
Salud!
(Imbécil)
jajajaja!!!
No he leído el post.
¿Tú te inventaste a Daniel? Eres capaz.
Me quedé escuchando a Bruce Dickinson y, por lo que oigo, me quedaré más tiempo haciendo eso.
Salud.
Se nota que no conoce Don Alejandro. ¿Inventarme a mí? ¡Ja! Si nomas hace falta leer su blog para darse cuenta que un zancudo moribundo tiene más imaginación que él.
El pobrecillo me ha llamado a mí para intentar captar lectores para esta pocilga, pero es imposible con sus soporíferos escritos espanta a todas las moscas. Realidad por aquí, realidad por allá. Es un palurdo filosofante como otro cualquiera...
¿Inventarme a mí? Buajaja. Antes más bien lo invento yo a él, y a usted y a la puñetera madre que me parió.
D.H.K.
Corroboro lo dicho. La última vez que le vi -hace ya bastante tiempo-, Daniel Hidecanto Kanó poseía una existencia ontológica que podría ser determinable como una más entre las cosas que hay.
Es fantasiosamente exasperante. Pero así es el buen Hidecanto. ¿Qué se le va a hacer? A mí me cae muy bien, a pesar de todo. Es mi Pepito Grillo. Toma de tierra, trifásico que de vez en cuando me baja a hostias y obcenidades de las nubes de la escritura.
Salud ix!
Salud Hidecanto!
(Por cierto, a ver si lee algo de por aquí y se anima la trifulca... que Hidecanto tiene la ventaja de estar bastante fuera de la Realidad y vivir de su cuerpo... Siempre me gana al parchís)
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