La geografía suele hacer maravillas. La omnipresencia de Dios la ponen siempre en tela de juicio la propia distancia, la sierra, el aire… Es mentira que Dios esté en todas partes, que lo vea todo. Eso lo sabían los gallegos que al salir por el bosque, en a la sombra fresca cuajada de rocío, en los encinares junto al Fin del Mundo, sabían que ahí no podía estar Dios.
Naturalmente, algunos se asustaban… y otros incluso podrían usar de manera irónica este mismo refrán: como un anhelo de la presencia de Dios. Lo que es en esta guerra, que se trata de subvertir la Realidad… este refrán no es sino la constatación de un consuelo: ¡Bien está San Pedro en Roma! Que allá se quede… y que Roma se quede en sí misma, por cierto. Y los brezos gloriosos de frutos y arbustos frondosos que recojen el cuajo de rocío en sus hojas… ¡libres quedan para seguir siendo misterio en su fresca sombra libre de este Sol de Justicia!
Naturalmente, algunos se asustaban… y otros incluso podrían usar de manera irónica este mismo refrán: como un anhelo de la presencia de Dios. Lo que es en esta guerra, que se trata de subvertir la Realidad… este refrán no es sino la constatación de un consuelo: ¡Bien está San Pedro en Roma! Que allá se quede… y que Roma se quede en sí misma, por cierto. Y los brezos gloriosos de frutos y arbustos frondosos que recojen el cuajo de rocío en sus hojas… ¡libres quedan para seguir siendo misterio en su fresca sombra libre de este Sol de Justicia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario