Aquí, por regla general, solemos dar la esplada bastante a los sucesos noticiosos y de acutalidad. Pero ahora ha venido a tocarnos las fibras esto que ha ocurrido en el metro de la Ciudad de México. No nos ocupemos de nombres ni de datos ni de reivindicaciones, que para esas estupideces sobran informaciones, mejor hablemos de lo que nadie habla... de lo que entre tanta balumba y balazos se quiere taponar.
La verdad, si nos ha tocado las fibras es porque según relatos de los periodistos, el sicario estaba escribiendo consignas contra el gobierno, cuando se le acercó un policía bancario para detenerlo y es entonces cuando desenfunda y comienza a disparar. Otras informaciones dicen que sus reivindicaciones tenían contienido religioso.
Naturalmente esto nos tiene que caer aquí al lado no tanto por el acto, por esto que aquí llamamos 'guerra' contra la Realidad. Naturalmente, decir contra la Realidad es decir contra el Gobierno que es únicamente un estamento más de esa Realidad.
De lo que hay que hablar y nadie habla es de los motivos. Lo que ha pasado en México no tiene nada que ver -y confundirlo es más que un error- con los asesinatos en masa.
Es algo que los que estamos aquí en esta guerrita tiene que preocuparnos mucho... Podemos comprender la desesperación de cualquiera -y de hecho para mí siempre ha sido algo sorprendente que esta clase de cosas no sucedan más a menudo-, pero esa no puede ser, ni por error, la forma de llevar la guerra contra la realidad ni contra el gobierno. Por lo general, tal y como podemos ver en las informaciones, lo único que sucede es justo lo contrario: la justificación del uso de la fuerza, la proliferación de la sensación de inseguridad -y suplicar por más y más Gobierno- y la ayuda para el establecimiento de la mentira que dice que sin gobierno sólo el caos se impondría, etc.
No hace falta -ya que tampoco lo harán- que los telediarios pongan atención a los motivos del pistolero, saltan a la vista en cualquier titular: es esa violencia de la Paz, es la pobreza, la miseria y la obligación de la resignación, del sometimiento, de la masacre de tiempos y amores. Los motivos están ahí, aquí, frente a nosotros y palpitan.
Hay que desconfiar de todas las informaciones, de la repulsiva manera en que los periodistos -esa es su labor- se dedican a vender la sangre y lágrimas a quien quiera comprarlas y sentirlas. Esta alharaca repugnante da más asco en la medida en que únicamente toma 15 minutos lipiar la estación de ese mismo metro cuando alguien se ha suicidado. La cuenta es esa, pero los muertos son los mismos... la máquina sigue funcionando y parece que funicona más y mejor en la medida que venga la sangre de estos desesperados -ya de sicarios ya de héroes- a aceitarla.
La leyenda de los sacamantecas que se hizo popular durante el s. XIX cuando se decía que las máquinas industriales sólo podían funcionar bien a costa de una buena grasa densa y tierna (esto es la grasa de niño), únicamente es la exageración de una cosa que sucede a diario. La máquina estatal, la Realidad misma, sólo puede mantenerse a costa de estas noticias, a costa de la desesperación viva de la gente que cuando, sin saber que hacer, se traduce en esta estúpida violencia sólo alimenta el fuego siemprevivo de la Realidad. La soporta, la ayuda queriendo combatirla. No sé bien cómo se combate la Realidad... eso no se sabe y si andamos en estos tejemanejes es justamente para ver si algo de nuestra inteligencia al hablar nos lo va revelando..., sólo sé como no se hace: y es así, pegando plomazos.
Las armas llevan grabadas en sí mismas la consigna de la Paz de los muertos, de matar al que habla, de liquidar la razón... y ya dijimos que esta guerra no es para la Paz. Esos son justamente los métodos del Estado, los métodos de la Realidad y es justamente lo que aquí combatimos.
La verdad, si nos ha tocado las fibras es porque según relatos de los periodistos, el sicario estaba escribiendo consignas contra el gobierno, cuando se le acercó un policía bancario para detenerlo y es entonces cuando desenfunda y comienza a disparar. Otras informaciones dicen que sus reivindicaciones tenían contienido religioso.
Naturalmente esto nos tiene que caer aquí al lado no tanto por el acto, por esto que aquí llamamos 'guerra' contra la Realidad. Naturalmente, decir contra la Realidad es decir contra el Gobierno que es únicamente un estamento más de esa Realidad.
De lo que hay que hablar y nadie habla es de los motivos. Lo que ha pasado en México no tiene nada que ver -y confundirlo es más que un error- con los asesinatos en masa.
Es algo que los que estamos aquí en esta guerrita tiene que preocuparnos mucho... Podemos comprender la desesperación de cualquiera -y de hecho para mí siempre ha sido algo sorprendente que esta clase de cosas no sucedan más a menudo-, pero esa no puede ser, ni por error, la forma de llevar la guerra contra la realidad ni contra el gobierno. Por lo general, tal y como podemos ver en las informaciones, lo único que sucede es justo lo contrario: la justificación del uso de la fuerza, la proliferación de la sensación de inseguridad -y suplicar por más y más Gobierno- y la ayuda para el establecimiento de la mentira que dice que sin gobierno sólo el caos se impondría, etc.
No hace falta -ya que tampoco lo harán- que los telediarios pongan atención a los motivos del pistolero, saltan a la vista en cualquier titular: es esa violencia de la Paz, es la pobreza, la miseria y la obligación de la resignación, del sometimiento, de la masacre de tiempos y amores. Los motivos están ahí, aquí, frente a nosotros y palpitan.
Hay que desconfiar de todas las informaciones, de la repulsiva manera en que los periodistos -esa es su labor- se dedican a vender la sangre y lágrimas a quien quiera comprarlas y sentirlas. Esta alharaca repugnante da más asco en la medida en que únicamente toma 15 minutos lipiar la estación de ese mismo metro cuando alguien se ha suicidado. La cuenta es esa, pero los muertos son los mismos... la máquina sigue funcionando y parece que funicona más y mejor en la medida que venga la sangre de estos desesperados -ya de sicarios ya de héroes- a aceitarla.
La leyenda de los sacamantecas que se hizo popular durante el s. XIX cuando se decía que las máquinas industriales sólo podían funcionar bien a costa de una buena grasa densa y tierna (esto es la grasa de niño), únicamente es la exageración de una cosa que sucede a diario. La máquina estatal, la Realidad misma, sólo puede mantenerse a costa de estas noticias, a costa de la desesperación viva de la gente que cuando, sin saber que hacer, se traduce en esta estúpida violencia sólo alimenta el fuego siemprevivo de la Realidad. La soporta, la ayuda queriendo combatirla. No sé bien cómo se combate la Realidad... eso no se sabe y si andamos en estos tejemanejes es justamente para ver si algo de nuestra inteligencia al hablar nos lo va revelando..., sólo sé como no se hace: y es así, pegando plomazos.
Las armas llevan grabadas en sí mismas la consigna de la Paz de los muertos, de matar al que habla, de liquidar la razón... y ya dijimos que esta guerra no es para la Paz. Esos son justamente los métodos del Estado, los métodos de la Realidad y es justamente lo que aquí combatimos.
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