Frontispicio de Mundus subterraneus, in XII libros digestos; quo divinum subterrestris mundi opificium, universae denique naturae majestas & divitiae summa rerum varietate exponuntur, de Athanasius Kricher (1665)
Otra vez volvemos a hablar sobre lo mismo porque es imposible acabar el tema y decirlo del todo…
Hasta mis oídos han llegado justas quejas a las que hay que dar razón aquí. Queja clara y queja de cualquiera: Que para estar en contra de la Realidad, aquí se la mienta tanto a mansalva que no habrá manera de decir nada en claro, nada útil.
Por un lado, es cierto que REALIDAD es una palabra culta: una palabra del poder que únicamente se utiliza para el servicio del poder mismo. Una palabra que viene desde arriba y que no tiene nada que ver con el uso común y corriente en el hablar de cualquiera. Y no es poco el riesgo que al utilizarla y mentarla tanto en estos decires se nos vaya perdiendo el significado ella quiera decir.
Realidad es suma de cosas, pero cosas que son todas y cada una ella misma (si no fuera así, no podrían sumarse). Sin embargo hay otras notas constitutivas de la Realidad que es importante decirlas para que quede claro por qué hablamos contra ella. Que no será por afán de vivir entre sueños e ilusiones –que son ellas otra cosa más de la Realidad (tan necesaria para ella como las cosas concretas y los números naturales).
1) Que se puede hablar de la Realidad: esa es una de las notas más modernas y que no siempre ni en todos los casos se ha aplicado. Ya tenemos a los místicos y teósofos neoplatónicos y medievales que aunque admitían una Realidad –una cosa que era suma Verdad-, esta sólo podía ser Dios y que de Dios no se podía hablar siendo el supremo Uno… que al hablarlo y someterlo a la palabra no tenía más remedio que descomponerse en la díada.
Pero en fin, no nos perdamos ni distraigamos… valga ello solamente para decir que el hecho de que ‘haya’ o no Realidad es muy distinto del hecho de que a esa Realidad se le preste la palabra para describirla. Aunque esto de que de la Realidad se pueda hablar es un decir: ya que la pretensión de esa palabra que dice al mundo no será sino la pretensión de una tautología de algo que el mundo –si acaso habla- está diciendo ya de sí mismo. Y así cuando un científico cualquiera describe un fenómeno cualquiera de cualquiera de las cosas de la Realidad no estará sino reproduciendo el discurso que ya de sí la cosa tenía grabado consigo.
Sin embargo, esta característica es sumamente importante: que se puede hablar de la Realidad y no perderla entre sus hablares. Que se pueden contar las cabras más allá de que haya o no haya cabras, que se pueden manejar y dar número, p. e. a los peces de una pecera o las hojas de unos árboles y en ese hablar se captura, de alguna u otra manera, la Realidad.
2) Que la Realidad está cerrada: Nota importantísima. Sea que se pueda hablar de ella o no, lo absolutamente imprescindible de la Realidad es que este cerrada. Que si en un momento dado los discursos sobre ella se equivocan, no se equivoquen porque la Realidad ha cambiado, sino porque las razones no habían sabido descubrir el secreto ya sellado que mudo en sus labios siempre había estado escrito.
Así cuando no se sabía nada de la teoría de la evolución, cuando se descubre… no se trata de que hay un cambio en la forma del nacimiento y transcurso de la vida en el planeta, sino que se descubre el verdadero secreto que desde siempre la Realidad estaba hablando por lo bajo.
Naturalmente esto no significará que las ‘cosas’ que componen la Realidad, como la mesa sobre la que escribo, yo mismo o usted que lee, no cambien… sino que hasta las propias leyes y causas de tal cambio –que no pueden ser sino procesos y más cosas de la Realidad que a su vez se le puede dar nombre y cupo en un libro cualquiera de filosofía, tales como principio de causalidad, etc.-, estén reguladas desde siempre y para siempre por medio de las explicaciones de tales movimientos. De esta manera la mesa se puede transformar siempre y cuando admita dentro de esa transformación todas las leyes ya descritas por la ciencia sobre cómo las mesas tienen que cambiar para poder seguir siendo mesa a pesar de haber cambiado.
3) Que todo lo que no es Real es nada: O dicho de otra manera que la Realidad es todo lo que hay y de esta manera todo lo que hay es Real.
Es gracias a este tercer principio que se puede llegar a pensar que lo que aquí nos traemos es nihilismo puro y duro… que luchar contra la Realidad será embarcarse en aplastarlo todo y demolerlo todo. Es este principio el que puede confundir esta lucha con descarnado ejercicio de angustia y de aniquilación. Naturalmente esto no es así. La Realidad dice: «Yo soy todo lo que hay», y no puede sino estar mintiendo, claro esta.
La Realidad necesita ser, toda ella, lo que hay. Por ello mismo se hace necesario la Nada para que todo funcione… esa nada que la negatividad tan pura y tan absoluta que sólo puede ser una afirmación.
Esto es: la nada de Meliso de Samos. En efecto de ello nos cuenta en sus glosas a la Física de Aristóteles, el buen Simplicio:
Y Meliso demostró que ello es inmóvil por el mismo motivo de que es necesario que si el ser se mueve, haya algún vacío del ser hacia el cual pueda desplazarse; pero demostró previamente que el vació no es posible. Dice así en su propio escrito: «Y no hay ningún vacío, porque el vacío no es nada: ¡y la nada no podría ser! Tampoco lo que es se mueve: no tendría lugar alguno donde desplazarse, pues es un pleno. Si hubiese el vacío, podría desplazarse en el vacío; pero, puesto que el vacío no es, no tiene donde desplazarse. Tampoco podría ser denso o raro. No es factible que lo raro sea pleno de manera semejante a lo denso, sino que lo raro precisamente resulta más vacío que lo denso. Entre lo pleno y lo no pleno hay que hacer esta distinción: si algo hace lugar a algo o lo acoge, no es pleno; si, en cambio, ni hace lugar ni lo acoge, es pleno. En consecuencia, es necesario que sea un pleno, si el vacío no es. Y si, por tanto, es un pleno, no se mueve.» (DK 30 B 7, Filosofos presocráticos, II, Gredos, fr. 181. trad. Olivieri, F.J.)
Y aunque aquí habla sobre el movimiento se refiera a todo: tanto movimiento como límite. La Realidad no puede tener límite –es decir tiene que ser infinita (que no sin fin)- en tanto que lo que hay fuera de ella no puede ser sino la nada misma (la nada entendida ya como una pura negación) y por tanto estar impregnandolo todo: la Realidad es todo hasta lo que no se conoce, lo que está ahí en secreto esperando venir a la luz de los discursos de la ciencia es tan Real como los discursos de ahora.
Naturalmente frente a estos mentirosos principios –que no porque se den y se les de su sentido, dejarán de ser mentira-, tenemos que descubrirlos una vez descritos… descubrir su mentira y su sentido.
1) No se trata que de la Realidad no se pueda hablar, sino que es justamente ese hablar del hablar de las cosas lo que constituye esencialmente la Realidad. Digámoslo con un ejemplo:
Una cosa será decir: «Sentémonos a la mesa azul.»
Y otra muy distinta será: «Esta mesa es azul.»
Si tomamos en cuenta que ‘mesa’ sólo podemos saber que es mesa en tanto que es un nombre que está perpetuamente señalando a las cosas, en el primer caso únicamente estamos indicando –o sugiriendo según el modo de la frase- una acción que hacer. Sin embargo, la segunda frase es otra cosa: estamos hablando del hablar. Hablando de la mesa y no ya indicando nada, sino volviendo con la cópula sobre la descripción de la mesa y vemos que ya son otros juegos de los lenguajes que no tiene nada que ver con el primero.
Uno será hablar y el otro hablar de lo que se habla. Y es mediante esas operaciones –que tampoco tendrían nada de extraño si no fueran por las prontas intervenciones de políticas y ciencias que intervienen por ahí afirmando y dando fe (cual peritos e interventores) de que, en efecto, «esta mesa es azul»- se va manufacturando la Realidad.
2) La Realidad, igual que cualquier cosa, está siempre abierta… abierta en el sentido de que hay cosas que constantemente están entrando y saliendo de ella, abierta porque el hacer de su hablar es siempre mentira porque siempre las cosas están en un movimiento que no obedece nunca a ninguna ley ni a ningún principio. Y ello es tan sencillo de descubrir como observar atentamente cualquier cosa.
3) La Realidad no es todo lo que hay… (decía el otro) y esta sencilla máxima ya nos vale para descubrir que hay muchas cosas que no son reales y que están ahí. Que no están gritando con todo su ser la gana de ser cosa y que sin embargo están ahí para que cualquiera las disfrute.
Naturalmente Realidad está ahí. Siempre acechando: haciendo creer que todo aquello que se descubre es eso… más y más Realidad. Su movimiento es un movimiento político… es la gana de demostrar lo indemostrable, de dar palabra a lo que ya era pura palabra en sí misma: el dar fin a las cosas, de temer que las cosas se confundan en lo sin fin (en lo no definido de sus formas, sus principios, sus quehaceres) ya que ello sería el principal obstáculo para poder manejarlas, contarlas y someterlas.
Hasta mis oídos han llegado justas quejas a las que hay que dar razón aquí. Queja clara y queja de cualquiera: Que para estar en contra de la Realidad, aquí se la mienta tanto a mansalva que no habrá manera de decir nada en claro, nada útil.
Por un lado, es cierto que REALIDAD es una palabra culta: una palabra del poder que únicamente se utiliza para el servicio del poder mismo. Una palabra que viene desde arriba y que no tiene nada que ver con el uso común y corriente en el hablar de cualquiera. Y no es poco el riesgo que al utilizarla y mentarla tanto en estos decires se nos vaya perdiendo el significado ella quiera decir.
Realidad es suma de cosas, pero cosas que son todas y cada una ella misma (si no fuera así, no podrían sumarse). Sin embargo hay otras notas constitutivas de la Realidad que es importante decirlas para que quede claro por qué hablamos contra ella. Que no será por afán de vivir entre sueños e ilusiones –que son ellas otra cosa más de la Realidad (tan necesaria para ella como las cosas concretas y los números naturales).
1) Que se puede hablar de la Realidad: esa es una de las notas más modernas y que no siempre ni en todos los casos se ha aplicado. Ya tenemos a los místicos y teósofos neoplatónicos y medievales que aunque admitían una Realidad –una cosa que era suma Verdad-, esta sólo podía ser Dios y que de Dios no se podía hablar siendo el supremo Uno… que al hablarlo y someterlo a la palabra no tenía más remedio que descomponerse en la díada.
Pero en fin, no nos perdamos ni distraigamos… valga ello solamente para decir que el hecho de que ‘haya’ o no Realidad es muy distinto del hecho de que a esa Realidad se le preste la palabra para describirla. Aunque esto de que de la Realidad se pueda hablar es un decir: ya que la pretensión de esa palabra que dice al mundo no será sino la pretensión de una tautología de algo que el mundo –si acaso habla- está diciendo ya de sí mismo. Y así cuando un científico cualquiera describe un fenómeno cualquiera de cualquiera de las cosas de la Realidad no estará sino reproduciendo el discurso que ya de sí la cosa tenía grabado consigo.
Sin embargo, esta característica es sumamente importante: que se puede hablar de la Realidad y no perderla entre sus hablares. Que se pueden contar las cabras más allá de que haya o no haya cabras, que se pueden manejar y dar número, p. e. a los peces de una pecera o las hojas de unos árboles y en ese hablar se captura, de alguna u otra manera, la Realidad.
2) Que la Realidad está cerrada: Nota importantísima. Sea que se pueda hablar de ella o no, lo absolutamente imprescindible de la Realidad es que este cerrada. Que si en un momento dado los discursos sobre ella se equivocan, no se equivoquen porque la Realidad ha cambiado, sino porque las razones no habían sabido descubrir el secreto ya sellado que mudo en sus labios siempre había estado escrito.
Así cuando no se sabía nada de la teoría de la evolución, cuando se descubre… no se trata de que hay un cambio en la forma del nacimiento y transcurso de la vida en el planeta, sino que se descubre el verdadero secreto que desde siempre la Realidad estaba hablando por lo bajo.
Naturalmente esto no significará que las ‘cosas’ que componen la Realidad, como la mesa sobre la que escribo, yo mismo o usted que lee, no cambien… sino que hasta las propias leyes y causas de tal cambio –que no pueden ser sino procesos y más cosas de la Realidad que a su vez se le puede dar nombre y cupo en un libro cualquiera de filosofía, tales como principio de causalidad, etc.-, estén reguladas desde siempre y para siempre por medio de las explicaciones de tales movimientos. De esta manera la mesa se puede transformar siempre y cuando admita dentro de esa transformación todas las leyes ya descritas por la ciencia sobre cómo las mesas tienen que cambiar para poder seguir siendo mesa a pesar de haber cambiado.
3) Que todo lo que no es Real es nada: O dicho de otra manera que la Realidad es todo lo que hay y de esta manera todo lo que hay es Real.
Es gracias a este tercer principio que se puede llegar a pensar que lo que aquí nos traemos es nihilismo puro y duro… que luchar contra la Realidad será embarcarse en aplastarlo todo y demolerlo todo. Es este principio el que puede confundir esta lucha con descarnado ejercicio de angustia y de aniquilación. Naturalmente esto no es así. La Realidad dice: «Yo soy todo lo que hay», y no puede sino estar mintiendo, claro esta.
La Realidad necesita ser, toda ella, lo que hay. Por ello mismo se hace necesario la Nada para que todo funcione… esa nada que la negatividad tan pura y tan absoluta que sólo puede ser una afirmación.
Esto es: la nada de Meliso de Samos. En efecto de ello nos cuenta en sus glosas a la Física de Aristóteles, el buen Simplicio:
Y Meliso demostró que ello es inmóvil por el mismo motivo de que es necesario que si el ser se mueve, haya algún vacío del ser hacia el cual pueda desplazarse; pero demostró previamente que el vació no es posible. Dice así en su propio escrito: «Y no hay ningún vacío, porque el vacío no es nada: ¡y la nada no podría ser! Tampoco lo que es se mueve: no tendría lugar alguno donde desplazarse, pues es un pleno. Si hubiese el vacío, podría desplazarse en el vacío; pero, puesto que el vacío no es, no tiene donde desplazarse. Tampoco podría ser denso o raro. No es factible que lo raro sea pleno de manera semejante a lo denso, sino que lo raro precisamente resulta más vacío que lo denso. Entre lo pleno y lo no pleno hay que hacer esta distinción: si algo hace lugar a algo o lo acoge, no es pleno; si, en cambio, ni hace lugar ni lo acoge, es pleno. En consecuencia, es necesario que sea un pleno, si el vacío no es. Y si, por tanto, es un pleno, no se mueve.» (DK 30 B 7, Filosofos presocráticos, II, Gredos, fr. 181. trad. Olivieri, F.J.)
Y aunque aquí habla sobre el movimiento se refiera a todo: tanto movimiento como límite. La Realidad no puede tener límite –es decir tiene que ser infinita (que no sin fin)- en tanto que lo que hay fuera de ella no puede ser sino la nada misma (la nada entendida ya como una pura negación) y por tanto estar impregnandolo todo: la Realidad es todo hasta lo que no se conoce, lo que está ahí en secreto esperando venir a la luz de los discursos de la ciencia es tan Real como los discursos de ahora.
Naturalmente frente a estos mentirosos principios –que no porque se den y se les de su sentido, dejarán de ser mentira-, tenemos que descubrirlos una vez descritos… descubrir su mentira y su sentido.
1) No se trata que de la Realidad no se pueda hablar, sino que es justamente ese hablar del hablar de las cosas lo que constituye esencialmente la Realidad. Digámoslo con un ejemplo:
Una cosa será decir: «Sentémonos a la mesa azul.»
Y otra muy distinta será: «Esta mesa es azul.»
Si tomamos en cuenta que ‘mesa’ sólo podemos saber que es mesa en tanto que es un nombre que está perpetuamente señalando a las cosas, en el primer caso únicamente estamos indicando –o sugiriendo según el modo de la frase- una acción que hacer. Sin embargo, la segunda frase es otra cosa: estamos hablando del hablar. Hablando de la mesa y no ya indicando nada, sino volviendo con la cópula sobre la descripción de la mesa y vemos que ya son otros juegos de los lenguajes que no tiene nada que ver con el primero.
Uno será hablar y el otro hablar de lo que se habla. Y es mediante esas operaciones –que tampoco tendrían nada de extraño si no fueran por las prontas intervenciones de políticas y ciencias que intervienen por ahí afirmando y dando fe (cual peritos e interventores) de que, en efecto, «esta mesa es azul»- se va manufacturando la Realidad.
2) La Realidad, igual que cualquier cosa, está siempre abierta… abierta en el sentido de que hay cosas que constantemente están entrando y saliendo de ella, abierta porque el hacer de su hablar es siempre mentira porque siempre las cosas están en un movimiento que no obedece nunca a ninguna ley ni a ningún principio. Y ello es tan sencillo de descubrir como observar atentamente cualquier cosa.
3) La Realidad no es todo lo que hay… (decía el otro) y esta sencilla máxima ya nos vale para descubrir que hay muchas cosas que no son reales y que están ahí. Que no están gritando con todo su ser la gana de ser cosa y que sin embargo están ahí para que cualquiera las disfrute.
Naturalmente Realidad está ahí. Siempre acechando: haciendo creer que todo aquello que se descubre es eso… más y más Realidad. Su movimiento es un movimiento político… es la gana de demostrar lo indemostrable, de dar palabra a lo que ya era pura palabra en sí misma: el dar fin a las cosas, de temer que las cosas se confundan en lo sin fin (en lo no definido de sus formas, sus principios, sus quehaceres) ya que ello sería el principal obstáculo para poder manejarlas, contarlas y someterlas.
1 comentario:
Lo único real aquí es el vídeo y mí gran ídea sobre el mundo que ni tú ni yo viviremos.
Besos
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