jueves, enero 14, 2010

lunes, enero 11, 2010

Infinito y sin fin. Poe y Blake


Hemos tocado, apenas con la puntita de los dedos, el tema tan importante y crucial de lo infinito. Por eso hay que volver a él para machacarlo un poquito. Y cómo es a veces profundamente aburrido, simple y sencillamente razonar, vamos a valernos –por un mero ejercicio de ver como en todas las cosas como opera ‘infinito’ y ‘sin fin’- en un par de poetas y sus labores:

Antes de empezar unas aclaraciones: infinito y sin fin parecen, a primera vista, sinónimas. Esto es, dos cosas que significan exactamente lo mismo y que establecer una diferencia aquí resultaría ocioso e inútil. Sin embargo, tal y como veremos, no lo son. De ninguna manera lo son.

Infinito es el primer concepto metafísico que se usó en la Filosofía. Es posiblemente la inauguración de la teología en occidente, más allá de los relatos teogónicos y las genealogías divinas: el Infinito es la primera Idea de la que se apropia el ideario intelectual para preformar la idea de Dios.

(Del ápeiron de Anaximandro hablaremos en otra ocasión.)

Pero vale la pena aclarar al riesgo de confundirnos:

1) Infinito: a pesar de lo que quiere decir su composición in- ‘sin’ y finito- ‘fin’, y que ello, justamente quiere decir simple y sencillamente ‘sin fin’, lo cierto es que su significado se transforma por dos motivos muy simples: i) la transformación en sustantivo y ii) la creencia de que se puede saber que es ‘sin fin’. Definir ‘infinito’ es una contradicción, puesto que ‘de- finir’ es justamente dar ‘límites’ o ‘fin’ a las notas de una cosa, y justamente la nota primera de esa cosa a la que pretendemos dar fin, es justamente carecer de límites.

2) Sin fin: eso no se sabe ni qué es. Hay que decir ‘sin fin’ y no, como hacía el primer filó
sofo ‘lo sin
fin’, porque de hacerlo así ya no sería un mero adjetivo sino un sustantivo –algo con sustancia-. La mera descripción de la cosa que se hunde en lo desconocido, en lo inagotable que tiene cada cosa que se ve.

(No creo que haga falta entretenernos en ver cómo una cosa es siempre inagotable, cualquiera, hasta la más insignificante de todas. Baste señalar, pues, que mirando cualquier objeto con la suficiente quietud, se nos revele esa certeza que es pura negatividad a aceptar que podemos llegar a conocer del todo a la cosa.)

Sin más preámbulos pasemos a analizar los dos fragmentos que nos ocupan ahora.


«But the first notion that man has a body distinct form his soul, is to be expunged; this I shall do, by printing in the infernal method, by corrosives, which in Hell are salutary and medicinal, melting apparent surfaces away, and displaying the infinite which was hid.

If the doors of perception were cleansed every thing would appear to man as it is: infinite.

For man has closed himself up, till he sees all things thro’ narrow chinks of this cavern.»

Que en la versión de Fernando Castanedo, Cátedra, Madrid, 2002, se traduce en:

«Pero antes debe erradicarse la noción de que el cuerpo del hombre está separado de su alma. Yo lo haré grabando con la técnica infernal, a base de corrosivos que en el infierno son saludables y medicinales, y que deshacen las superficies aparentes y muestran el infinito que se escondía en ellas.

Si se limpiasen las puertas de la percepción, todas las cosas aparecerían ante el hombre como son: infinitas.

Porque el hombre se ha encerrado, hasta el punto de ver todas las cosas a través de las estrechas grietas de su caverna.»

Y en cuanto a Poe, el más famoso de sus poemas, sobre todo en el clímax de sus últimos párrafos:

«`Prophet!' said I, `thing of evil! - prophet still, if bird or devil! -
Whether tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore,
Desolate yet all undaunted, on this desert land enchanted -
On this home by horror haunted - tell me truly, I implore -
Is there - is there balm in Gilead? - tell me - tell me, I implore!'
Quoth the raven, `Nevermore.'

`Prophet!' said I, `thing of evil! - prophet still, if bird or devil!
By that Heaven that bends above us - by that God we both adore -
Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted maiden whom the angels named Lenore -
Clasp a rare and radiant maiden, whom the angels named Lenore?'
Quoth the raven, `Nevermore.'

`Be that word our sign of parting, bird or fiend!' I shrieked upstarting -
`Get thee back into the tempest and the Night's Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken! - quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!'
Quoth the raven, `Nevermore.'

And the raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon's that is dreaming,
And the lamp-light o'er him streaming throws his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
Shall be lifted - nevermore!»

Y para cuya traducción, elijo el trabajo libre que una vez nos encontramos unos amigos y yo en un facímil de un periódico literario mexicano del s. XIX (El Renacimiento), y que es la mejor traducción castellana que he encontrado hasta la fecha. Es una traducción libre de romance endecasílabo con rima asonante y terminación en esdrújula alternada, que aunque no obedece demasiado a la literalidad del poema, conserva, eso sí, su musicalidad y rima: de Ignacio Mariscal, publicado en ‘El Renacimiento’ con fecha de 30 de Marzo de 1867.

«Profeta de dolor, inmundo oráculo,
Ministro aterrador de Satanás,
Ora te envíe Belcebú al Tártaro
Y te arrojara aquí la tempestad
Para engañarme con falaz pronóstico,
O el destino infalible revelar,
«Dime,» exclamé, «por compasión a un mísero
Responde: ¿tendrá término mí mal?
Yo te conjuro por tu dios; respóndeme.»
Y él contestó: «Jamás.»

«Profeta de dolor, inmundo oráculo,
Ministro aterrador de Satanás,
Por ese cielo de esplendor magnífico,
Por su Dios, que obedecen tierra y mar,
Dime si de la tumba tras el límite,
En la región de inmensa claridad,
Podré ver algún día á mi Felícitas,
Y absorto en su belleza virginal,
A un par de los querubes darle un ósculo...»
El respondió: «Jamás»

«Esta sea,» grité, «la prenda única
De nuestra despedida, ave infernal;
Húndete ponto en el profundo báratro,
Tumbos dando al furor del huracán.
No dejes ni una pluma que ni cámara
Me recuerde tu horóscopo fatal.
Vuela ya de ese busto y del vestíbulo;
Suelta, suelta; tu garra pertinaz
Mi alma rompe: retírate, retírate...»
Y él contestó: «Jamás»

Y desde aquella noche el cuervo lóbrego
Posado allí, clavado siempre está
Sobre ese busto de la diosa pálido,
Que le sirve de eterno pedestal.
Fiero demonio vigilando al réprobo,
No aparta de mí un punto su mirar,
Larga sombra arrojando, negra, fúnebre,
Do muere el sol y el luminoso gas...
¡Ay! de esta sombra que enlutó mi espíritu,
¿No he de salir? - ¡Jamás!»

Muy bien, aprovechemos para hacer un anticlímax después de tanto patetismo: hay que recordar que no estamos aquí ni para hablar de Blake ni para hablar de Poe. Que a ellos poca falta les hace que hablen de ellos, ya están muertos (y más los mataríamos si nos dedicáramos a ello). Por el contrario, lo que intentaremos aquí es hablar con ellos, que es distinto.

Lo que quería hacer con estos dos fragmentos, por lo demás, ambos bastante famosos y conocidos, es dar cuenta de dos nociones distintas de eso que verdaderamente nos ocupa que es ‘sin fin’ e ‘infinito’. No nos interesa decir verdad sobre Blake ni sobre Poe, si nos aprovechamos de sus textos es para lo otro, si erramos –o incluso si forzamos- las interpretaciones, que quede por lo menos sentada que no es nuestra intención llegar al fondo de esta cuestión y nada más.

Blake, aclarando que de lo que habla en el fragmento es sobre el nuevo método de impresión de grabados que inventó –al dibujar directamente sobre la plancha de metal con distintos materiales corrosivos, en vez de el trabajo artesanal que requería, primero el dibujo, después la manufacturación de un negativo para poder utilizarlo de troquel y marcar sobre la plancha la imagen y con ello finalmente grabar-, pero aprovecha para dar un giro a la mera descripción de la impresión, para hablar sobre las cosas: las superficies si acaso.

Puede haber un resabio de platonismo, un intento de ver lo que hay ‘verdadero’ –y por tanto más real- debajo de la cosa, pero lo cierto es que vamos a procurar quedarnos con la indicación puramente negativa: a saber, que lo que vemos no es la cosa. Que la cosa, en sí y de normal, no se deja ver. Que se esconde entre la cotidianidad de la superficie, que se disimula por efecto de un misterio bastante extraño al que aún no le encuentro explicación –no sin invocar a cosas tan problemáticas y vacías como: amor, deseo, poder, que no dicen nada realmente-, y nos parece que son una: que tienen superficie, que las cosas verdaderamente pueden tener superficie, que pueden ser unas, que son materia, que están en la Realidad y que con ella interactuamos.

Esto, naturalmente, es falso: es falso apenas nos lanzamos a entender la propia noción de superficie, la propia noción de materia, la propia noción de uno, de cosa… se abre un verdadero abismo oscuro –no vacío de cosas, sino vacío de la concatenación con el Sistema de la Realidad-, y lo que tenemos frente a nosotros es una especie de caos sin fin de razones cuyo único orden estriba en la sucesión de una tras la otra.

(Poner un ejemplo es un poco largo, pero quizá adecuado: nos basta con acudir a uno de los más antiguos razonamientos de las cosas, con el de Zenón y sus paradojas… si ya creemos pues que una cosa se compone de superficie, por ejemplo, la mesa sobre la que escribo, y hacemos la clásica división por la mitad hacia el infinito… y vamos partiendo cada trozo mitad por mitad, hay que preguntarnos: ¿alguna vez llegará a desaparecer la superficie? Si realmente la solidez es una propiedad de la superficie o acaso la superficie es únicamente un signo propio del lenguaje visual que nos hace suponer a los objetos externos, tal y como decía Berkeley en su Nuevo Ensayo sobre la teoría de la Visión –vuelvo a reiterar que queda pendiente una entrada sobre la visión, la luz y su evolución en el tiempo: junto con la historia del alma y la prehistoria de ciertos vocablos filosóficos, es la historia de la luz la que más urge realizar-. Y en fin, que cualquier cosa que se nos atraviese ante los sentidos y que juzguemos como ‘normal’, ‘natural’, ‘delimitada’, ‘definida’, nos basta con aplicar un poco el sentido común para que a la cosa misma se le vayan cayendo, uno a uno, todas las notas fijas y sólidas que tenía)

Blake dice: ‘limpiar las puertas de la percepción’ y aunque no cabe duda que en su día, el grabador recibió influencia tanto de las lecturas de los empiristas como de Berkeley –tal y como se puede ver en sus primeros trabajos como Todas las religiones son una y No hay religión natural y en las anotaciones de sus diarios-, sin embargo lo más acertado
decir es que es por medio de un acercamiento a desnudo a la cosa –que tiene tanto que ver con la razón como con el corazón- que encuentra eso de infinito que tiene encerrada dentro.

Tal y como dice Chesterton de su cuadro El fantasma de una pulga, con su habitual, pero algo mareante, ingenio:

«Si puede garantizarse que Blake estaba interesado, no en una pulga, sino en la idea de una pulga, podemos preceder al siguiente paso, que es uno particularmente importante. Todo gran místico va con una lente de aumento. Ve a cada pulga como un gigante –quizá tanto como un ogro. Yo he hablado de un alto castillo en el que este gigante mora; pero es más que eso, esa torre enorme es un microscopio. No se negará que Blake muestra la mejor parte de la actitud de un místico al ver que el alma de una pulga es diez mil veces más grande que una pulga.»

Queda el problema de ‘infinito’, ciertamente Blake utiliza la palabra infinite pero sin duda, en el fragmento lo utiliza todavía como sinónimo de ‘sin fin’, esto es, como el adjetivo ya propiamente entregado: ‘sin fin’. Las cosas, luego, son sin fin, abiertas al abismo de sí mismas, cayéndose perpetuamente de la Realidad: y sólo hace falta contemplarlas límpidamente para ver que no son lo que son. (Aunque digamos siempre que ‘infinito’ es una palabra demasiado equívoca, aún como adejetivo porque tendemos a suponer que se puede ‘saber’ qué sea)

El segundo caso, el de Poe, es totalmente diferente. Ojo, no debemos dejar engañarnos por la aparición del tiempo. Tiempo y espacio sean más o menos lo mismo si se autodenominan como infinitos: ¿pero dónde está el infinito en el Cuervo de Poe? Sencillo: en su ‘nunca más’, en su ‘nevermore’.

‘Nunca más’ es la expresión que delimita el inicio de un tiempo que no llegará. El tiempo de contemplar a Leonor, el tiempo de hundirse acaso con ella en el abrazo de la muerte. Nunca es simplemente la forma complementaria de Todo, y por lo tanto ambos pretenden ser infinitos –rodear todo lo que la cosa es y que en sus límites mismos se encuentre la nada: luego es infinita-.

Poe, aunque habla del tiempo, del futuro, está claro que el bucle demencial al que se refiere es al bucle de lo infinito, al tormento infernal del tiempo que no se cumple jamás: a la condena siempre pospuesta –pero condena al fin- de la muerte.

Es el tiempo sin final que a la vez tiene fin en la meta de la contemplación de Leonor. Es propiamente la noción contradictoria –y sin embargo bastante real- de infinitud, de lo infinito. De esta manera, el poeta se ve arrojado a un tiempo ‘sin fin’ pero cuya visión se estira hasta el límite de la meta:

It shall clasp a sainted maiden whom the angels named Lenore -
Clasp a rare and radiant maiden, whom the angels named Lenore?'
Quoth the raven, `Nevermore.'

La negritud del cuervo y su percistencia en únicamente repetir constantemente: ‘nunca más’, es acaso quizá el símbolo mismo de la Realidad que pretende imponer, sin más razonamiento que su propio haber en el mundo –ya que, ¿quién lo duda?, a pesar de ser una viva contradicción, un imposible, lo infinito existe en el mundo: en los números naturales, en el tiempo, en las teorías del universo, en la muerte, etc.-, subyuga, somete y funciona justamente para mantener las divisiones constantes en la que se va construyendo la realidad. Por ejemplo, que los muertos están muertos y no puede uno seguir enamorado de ellos.

(Lo importante en esta división es que los que supuestamente estamos vivos nos jugamos mucho en ello: la muerte de los muertos es también la muerte de los vivos.)

Naturalmente, poco hace falta añadir: el análisis, si es que a esto se le puede llamar eso, lo que pretende mostrar es cómo ‘sin fin’ es siempre una amenaza para la Realidad, una amenaza constante para cualquier cosa… no porque la aniquile, sino porque difumina su integridad, deshace sus límites, le quita lo de Uno con que la Realidad siempre pretende estar condenando a las cosas.

En cambio lo infinito no es más que una trampa, una domesticación falsa del misterio del tiempo y de la muerte: nadie sabe lo que es infinito, nadie lo sabe porque para saberlo se necesita un fin. No hay fin, aunque la Realidad siempre pretenda clausurar al mundo, constantemente, para que sus operaciones, ya bursátiles, ya aritméticas… sigan teniendo sentido.





‘Awake! Awake O sleeper of the land of shadows, wake! expand!
I am in you and you in me, mutual in love divine:
Fibres of love form man to man thro’ Albion’s pleasant land...'


lunes, enero 04, 2010

Notas al margen: Drogas

No hay cosa de la que tengamos que tener más recelo y sospecha sino de aquello que tiene éxito. Da igual, qué sea… si un libro, una película, un producto para adelgazar o una refresco de cola. Si tiene éxito por lo general, y salvo contadas excepciones, es porque, naturalmente, ayuda a la Realidad a perpetuarse…

Y lo que no… por lo general es el éxito mismo y su traducción en la gracia Divina (por otro nombre llamado DINERO), el que acaba por matar lo vivo que pueda haber en aquella cosa que pudo haber nacido de una inquietud viva y clara.

Por ello no nos queda más remedio que desconfiar muy mucho de las drogas, de su éxito entre los jóvenes, de su consumo entre los cuerpos. No vamos a apelar aquí a las saludes, ni a las nutriciones –que por otro lado, también su éxito tienen y de alguna manera mantienen igualmente en cintura a la Realidad misma para que no se desbarajuste ni se desbarre demasiado, como parece querer estar haciéndolo a cada momento. No. Que al fin y al cabo, de esas estupideces sobre la salud abundan demasiadas por ahí para que aquí tengan lugar… y tan llena de falacias como la supuesta diversión y ocio a la que se aspira con la droga.

La falacia de la nutrición es prácticamente la misma que la de la droga: que el cuerpo es de uno. ¡De uno! Como si uno y su cuerpo no fueran la misma cosa y que hay otra cosa que puede decidir sobre su cuerpo y decir: «¡A partir del año 2010, dieta rigurosa!» o «Mañana dejo de fumar» o cualquiera de esas militarizaciones de la vida diaria. Que lo mismo dice: «Hasta que el cuerpo aguante» o «¡Viva la pepa! Ponme otra sangría, que el cuerpo lo pide», o rayitas e inyecciones, maría y hachís, todo circulando de aquí para allá junto con las drogas más o menos duras desde el alcohol hasta el LSD y toda la madre que lo parió.

Naturalmente… todo esto para que la fiesta no se venga al suelo en el mismo palmo de sus narices, para que no se vea, en un momento de claridad inesperada, que estar en una discoteca es un asqueroso tormento como pocos, donde el almita tiembla de la música estúpida que resuena para estupidizarse más y no escuchar el sentido común que el está diciendo: «Vaya trabajo este de divertirse». Y ahí está la rayita de coca, el porrito de maría, la sangría de alto octanaje, para suspender esa operación del sentido común definitivamente.

Para sumergir la cabeza de lleno en la mierda de la Realidad y pegar una bocanada de porquería y pasárselo en grande… ¿o no?