jueves, diciembre 10, 2009

Fiestas


Ya vuelven otra vez esas fiestucas fúnebres para ir matando el aburrimiento del año… ¡Qué importante es matar al aburrimiento! No se vaya a dar uno cuenta, en esa flor viva de razón que suele revivir cuando esa vorágine de los trabajos se detiene un poquito, de que es uno el que ya está bien muertito y embalsamado.

Ay, y es que yo ya no sé que me da más tristeza. No lo sé… si acaso la rabiosa alegría con que se lanzan a la calle los mozos a tirar sus artificios de pólvora y repartir alcoholes, justo y sólo en el momento, en el que Dios se lo manda, o si acaso la ansiedad enloquecedora de ver las lucecitas de los centros comerciales rebosantes de familias dispuestas a entregarse a las delirantes orgías del Amor que el Señor nos da en forma de Santa Closes y ofertuchas en regalazos a tuti plé, o será la cogorza atragantada de la Santa Familia de Misterios siemprenvuelta que se abrazan en la más extraña de las cenas del año…

Pero no… ¿saben qué es lo que más me entristece? Pues que con el haber yéndome creciendo… y que yo creía que esto era pura hipocresía. Que no podía ser así, que no había manera de que esta mentira se sostuviese por tanto tiempo, de pronto me encontré en mí mismo ese terror malsano. Esa angustia por el festejo, esa gana de morirme en la borrachera más grande del año, de ver en mí y en mis alrededores próximos la fe de las Navidades… ¡eso fue lo que acabó por matarme!

¡Qué esto era de verdad! Que no había mentira por debajo…

Que se siente un no sé qué de angustia que acaba a uno por volverlo loco si no festeja, si no tira los cuetes, si no se abre unas cervecitas, sino corta el pavo… y sólo con una fuerza de voluntad, más poderosa que yo mismo, a veces sumido en el más totalitario de los olvidos, he conseguido sobrevivir a estas Fiestas en años pasados… increpando a unos, gritándole a otros, llorando a solas, cagandomeenlaputamarserena de la Realidad entera, y…

¡Y esa fe que le tenía yo, sin saberlo ni quererlo, a la Fiesta, sólo se la podía quitar, quitándome yo de en medio! Sólo la podía romper a condición de romperme yo.

Y quizá pasó, no sé.

Y ahora, vuelven. Y quería decir lo triste que son: Que cuando el cariño se hace carne en un puto brindis de mierda, está ahí todo el amor de la Santa Familia que se entrega a sí misma todo el alcance de su Vida. Que no… que no hay más.

Bueno… no hay más en la Realidad. Y quizá ese es el error (mío y de todos los Santos Suicidas que este año nos abandonarán) que aún seguimos esperando algo que nos llueva desde arriba: de la Familia, del Niñito Jesús o de Santo Nicolás de Bari el alcahuete turco.

No lo sé.

Sólo se que hubo un Verbo… y que se le quiere callar desesperadamente a base de cogorzas de güisqui y coca-cola… que la Realidad necesita que guarde silencio… y poco más.




Oy comamos y bebamos
y cantemos y holguemos
que mañana ayunaramos.

Por onrra de san Antruejo
paremonos oy bien anchos,
enbutamos estos panchos,
rrecalquemos el pellejo,
que costumbres de concejo
que todos oy nos hartemos,
que mañana ayunaremos.

Honremos a tan buen santo,
porque en hambre nos acorra,
comamos a calcaporra,
que mañana hay gran quebranto.

Comamos, bebamos tanto,
hasta que nos reventemos,
que mañana ayunaremos.

Bebe Bras, más tú, Beneyto,
beba Pidruelo y Llorente,
bebe tú primeramente,
quitarnos has deste preito.
En beber bien me deleyto,
daca, daca, beberemos,
que mañana ayunaremos.

Tomemos oy gasajado,
que manana viene la muerte,
bebamos, comamos huerte,
vamonos para el ganado,
no perderemos bocado,
que comiendo nos iremos,
que mañana ayunaremos.

(Cancionero de Juan de la Encina, 1492)

sábado, diciembre 05, 2009

«A falta de hombres buenos, hicieron á mi padre Alcalde.»

O también la versión más literata de: «¿Quién voz hizo Alcalde? Mengua de hombres buenos»… Este bien podría ser el grandielocuente eslogan del bueno del Obama. En lugar de su ‘Yes, we can’ o aquél de ‘Arriba y adelante’ o ‘Primero los pobres’, y etécera, como dice el pueblo.

Ay, y es que va ser que no puede haber hombres buenos… así de claro. Y en la medida en que algo sea bueno será porque no es hombre… será porque se resiste a ese patriotismo de la humanidad y hacerse UN HOMBRE con todas las consecuencias que ello conlleva: desde el soporte de la gran mentira de los progresos hasta la glorificación de los muertos en las tumbas heroicas de la patria y del estado.

No. Así no se puede… pero según el gran grueso de los nombres, intentan sobrevivr con ese Sistema para el que nacieron como tributos al sacrificio. «No rechiste, hombre, la democracia es buena, lo malo son los hombres. Aquí hay que tirar como se puede…» Y tirando todos –siempre en la misma dirección- ya se va haciendo de nuevo la mentira, fabricando otra vez y para todos, el milagro sorprendente de la democracia: que casi sin quererlo unos y otros, sin saber demasiado por qué sí y por qué no –más allá de los colorines del partiducho de turno-, gobiernan unos y votan otros.

jueves, noviembre 26, 2009

Notas al Márgen: Arte

Un día el Gobierno Griego le pidió al Gobierno Británico:

«-Oye, toú, inglesito de ligeros dedos, endevuélveme joi frisous del Partenón

A lo que el Gobierno Británico hizo como que no escuchaba. Tosió y siguió embebiéndo su té. A lo cuál, un montón de muchachines (de toda Europa) e historiadores que se adueñaron de la indignación del Gobierno Griego y sacaron a pasear protestas por el exfolio realizado a la cultura madre de Europa cuando un montón de turcos nacionalistas ocupaba la bella perla del mediterráneo.

«-Les han robado su identidad cultural –dijo uno.

-Qué vergüenza que el gran patrimonio del Arte se halla preso y conseguido en el exfolio de una guerra –dijo otro.

-¡Qué inmoralidad! ¿Sostener el lujo de los museos a costa del saqueo y la rapiña? ¡Oh, qué venga Al Gore y que haga una película sobre esto

A lo que el Gobierno Británico volvió a carraspear y abrillantó sus uñas en la solapa de su chaqueta.

Ahora bien, lo que ni el Gobierno Británico ni el Gobierno Griego quería que nadie se enterase –y ahí entremetidos en la balumba, los niñatos también- es que no importa quién tenga el arte, la identidad o la cultura: ¡ésta sólo puede servir para someter al pueblo!

Porque ahí estaba el pueblo –que sí unos eran griegos y los otros ingleses, eso naiden lo puede ensaber-: que se alzaba de hombros y sonreía.

lunes, noviembre 16, 2009

Asombros breves: Deporte

Estaba yo enreleyéndome esa farsa de don AGC sobre el Deporte y me dio por irme acordando de todas esas estrellas estrelladas que se iban dejando sus huesitos en cachas y asfaltos, en muertes y suicidios, en glorias y tormentos… Y de cómo es algo sorprendente que nadie venga a decir nada en contra del Deporte… y que si se viene a decir algo, cual intelectualillo de turno es decir lo que ya está dicho: Que si el futbol es un circo, que si patatín, que si patatán, que si es pan para el pueblo…

Pero nadie habla en contra del Ideal: nadie habla en contra de verdad de los valores que enarbola por todo lo alto, nacionalismos, heroísmos, triunfo, mejoramiento, progreso, etc., y en fin todos los valores que biensirven a la gloriosa constitución del Estado y por consiguiente de la Realidad que aquí intentamos (como se pueda) ir desarmando y combatiendo.

Ejemplos hay a patadas en donde el asqueroso deporte se va llevando entre sus piernas a hombres. Daniel Jarque, Antonio Puerta, Miklós Fehér, Marc Viven Foe, Andrés Escobar, José Antonio Gallardo, Miguel Martínez (At. Madrid), y esta ristra sólo se refiere al fútbol y a las últimas fechas –y la mayoría en Europa-, que si fueramos sumando los de automovilismo, toros y suicidas (Enke o De Faw, por citar los últimos) la lista se nos haría tan homérica que asusta...

Y cuando se habla de estos temas desagradables para el deporte: los periodistos siempre hablan de ‘destino’, ‘constituciones genéticas’, de ‘infortunados accidentes’, de ‘heróes para el recuerdo’, de ‘condolencias a las familias’, y todos callan, sí, todos callan como alcahuetes –y parece que las aficiones reclaman más y más muertes a sus jugadores- para entonces entregarse en una especie de orgasmo de compasión y de ramos y flores y…

Y los muertos siguen cayendo a la fosa: ¿será pura coincidencia? ¿Será que ese gol de la muerte de Pablo Escobar fue también un puro destino? ¿O el infierno vivido por Jürgen Sparwasser era simplemente un infortunado accidente? ¿O qué me dicen de la Guerra del Futbol y sus 6000 muertos?

Y yo no digo que el fútbol o el deporte sea veneno… ni siquiera la copetición. Sino otra cosa… que es que a mi me da que estos muchachotes hace mucho que dejaron de correr tras el balón y están corriendo tras otra cosa… otra cosa…

Y todas las masas de banderas e himnos, de glorias y membretes dorados, medallas y atletas corren detrás de otra cosa... y si los alienta Estado y Realidad, y Medios y sus parafernalias, estemos seguros de que no puede ser nada bueno... Que esa carrera, en donde muchos se van apeando a costa de muertes y otros se van apagando poco a poco cual llamitas en lo alto del pebetero olímpico, todo es lo mismo: la Realidad no se constituye en el juego ni en la competición, sino en el Triunfo y en la Gloria, en el Honor y en la Eternidad... y eso es lo que van persiguiendo estos hombres y sus naciones, aunque se vayan cayendo a pedazos en el intento y el hecho de acallarlo con homenajes y lutos no es sólo repugnante sino, en verdad, me da miedo.


sábado, noviembre 07, 2009

Para las cosas... ¿el olvido?

Rey de copas, rey de bastos,
rey de oros, rey de espadas,
rey de nada.

Ya no me queda más que echar
vino en la poza
de mis entrañas,
para olvidar lo que fuí
y olivdar la que me aguarda.

Pero ¿qué que olvide
todo yo, si ella
no me olvida ni se embriaga?

Ella de mí
lo sabe todo:
yo de ella no sé nada.

(¿Agustín García Calvo?, Baraja del rey Don Pedro)



No. A las cosas no se les puede olvidar… quiero decir a las cosas que ya están hechas como tales cosas, que es como decir que si se puede olvidar uno de la Realidad… Olvidar que sea un olvido que pretenda liquidarla.

Al fin y al cabo existen muchos y muy variados métodos para olvidarse de las cosas, aunque sea durante un momento… Y acaso la gana de rehuir de la viva desesperación ante las cosas –ante la muerte de las cosas que es que sean las que ya son. Porque entonces… las cosas, al ser ellas mismas, no son ya meras cositas que están ahí –justo como nosotros mismos lo somos- sino la muerte misma encarnada en la macabra máquina de ser la que es.

La Realidad, para sostenerse, necesitará de todas estas huidas: ocios, drogas, alcoholes y demás parafernalia: ese desorden necesario para que pueda seguir trabajando a sus anchas…

No hace falta huir de ella, ni para nada sirve: A las cosas les pasa lo mismo que a la Realidad, sólo que en pequeño… es imposible que una cosa sea ella misma y esté cerrada, clausurada, perfilada… no. (Y en tanto nosotros también somos cosas, será imposible lo mismo para nosotros… -esa es la base de la mentira de esta triste demoeconotecnoracia).


No, las cosas no se olvidan de nosotros –la muerte, no se olvida de nosotros-, habrá que alzarnos contra ella, que nunca será lo mismo que olvidarla… desconocerla, puede ser útil, no estoy del todo seguro… no reconocer los límites de las cosas: ¡eso es importante! Aunque la cosa esté ahí y nosotros –nosotros las cosas- vivamos gracias a ellas.

¡Gracias cosas! ¡Alzaos, revelaos contra la Realidad que os cuenta como a las personas!





martes, noviembre 03, 2009

Asombros breves: Helloween y sus semejantes

q1. ¿Y por qué contra el Helloween? ¡Si el Helloween es muy bueno! Es un día en que se permite que se violen las reglas de la etiqueta, del buen vestir y se acepta que todo el mundo se disfrace de monstruos y diablos y la madre que lo parió.

a1. ¿No les basta, señores, salir todos los días disfrazados de ustedes mismos?

q2. El Helloween fagocita tradiciones culturales.

a2. No estamos contra el Helloween porque fagocite ninguna tradición -porque la tradición (en tanto que tradición sea) será exactamente lo mismo que Helloween-: si el uno genera dinero, las otras no son mas que letra muerta en tanto se les siga tratando como 'tradiciones' (cosas hechas y destinadas a repetirse para gloria y loa de una cultura vacía).

q3. Las fiestas son necesarias.

a3. Las fiestas -ya hablaremos más largo y tendido sobre el tema en otra ocasión- únicamente son el mejor termómetro para darse cuenta de la falsedad de eso otro que no es fiesta. En otras palabras, esa breve transgresión no hace sino recalcar la normalidad y la cárcel de la Realidad. Las fiestas, sí, son necesarias... pero sólo para la Realidad. Aquí abajo uno se lo pasa pipa sin celebrar nada.

domingo, noviembre 01, 2009

¿Qué es Realidad?: Hablando de lo Real (otra vez)


Frontispicio de Mundus subterraneus, in XII libros digestos; quo divinum subterrestris mundi opificium, universae denique naturae majestas & divitiae summa rerum varietate exponuntur, de Athanasius Kricher (1665)


Otra vez volvemos a hablar sobre lo mismo porque es imposible acabar el tema y decirlo del todo…

Hasta mis oídos han llegado justas quejas a las que hay que dar razón aquí. Queja clara y queja de cualquiera: Que para estar en contra de la Realidad, aquí se la mienta tanto a mansalva que no habrá manera de decir nada en claro, nada útil.

Por un lado, es cierto que REALIDAD es una palabra culta: una palabra del poder que únicamente se utiliza para el servicio del poder mismo. Una palabra que viene desde arriba y que no tiene nada que ver con el uso común y corriente en el hablar de cualquiera. Y no es poco el riesgo que al utilizarla y mentarla tanto en estos decires se nos vaya perdiendo el significado ella quiera decir.

Realidad es suma de cosas, pero cosas que son todas y cada una ella misma (si no fuera así, no podrían sumarse). Sin embargo hay otras notas constitutivas de la Realidad que es importante decirlas para que quede claro por qué hablamos contra ella. Que no será por afán de vivir entre sueños e ilusiones –que son ellas otra cosa más de la Realidad (tan necesaria para ella como las cosas concretas y los números naturales).

1) Que se puede hablar de la Realidad: esa es una de las notas más modernas y que no siempre ni en todos los casos se ha aplicado. Ya tenemos a los místicos y teósofos neoplatónicos y medievales que aunque admitían una Realidad –una cosa que era suma Verdad-, esta sólo podía ser Dios y que de Dios no se podía hablar siendo el supremo Uno… que al hablarlo y someterlo a la palabra no tenía más remedio que descomponerse en la díada.

Pero en fin, no nos perdamos ni distraigamos… valga ello solamente para decir que el hecho de que ‘haya’ o no Realidad es muy distinto del hecho de que a esa Realidad se le preste la palabra para describirla. Aunque esto de que de la Realidad se pueda hablar es un decir: ya que la pretensión de esa palabra que dice al mundo no será sino la pretensión de una tautología de algo que el mundo –si acaso habla- está diciendo ya de sí mismo. Y así cuando un científico cualquiera describe un fenómeno cualquiera de cualquiera de las cosas de la Realidad no estará sino reproduciendo el discurso que ya de sí la cosa tenía grabado consigo.

Sin embargo, esta característica es sumamente importante: que se puede hablar de la Realidad y no perderla entre sus hablares. Que se pueden contar las cabras más allá de que haya o no haya cabras, que se pueden manejar y dar número, p. e. a los peces de una pecera o las hojas de unos árboles y en ese hablar se captura, de alguna u otra manera, la Realidad.

2) Que la Realidad está cerrada: Nota importantísima. Sea que se pueda hablar de ella o no, lo absolutamente imprescindible de la Realidad es que este cerrada. Que si en un momento dado los discursos sobre ella se equivocan, no se equivoquen porque la Realidad ha cambiado, sino porque las razones no habían sabido descubrir el secreto ya sellado que mudo en sus labios siempre había estado escrito.

Así cuando no se sabía nada de la teoría de la evolución, cuando se descubre… no se trata de que hay un cambio en la forma del nacimiento y transcurso de la vida en el planeta, sino que se descubre el verdadero secreto que desde siempre la Realidad estaba hablando por lo bajo.

Naturalmente esto no significará que las ‘cosas’ que componen la Realidad, como la mesa sobre la que escribo, yo mismo o usted que lee, no cambien… sino que hasta las propias leyes y causas de tal cambio –que no pueden ser sino procesos y más cosas de la Realidad que a su vez se le puede dar nombre y cupo en un libro cualquiera de filosofía, tales como principio de causalidad, etc.-, estén reguladas desde siempre y para siempre por medio de las explicaciones de tales movimientos. De esta manera la mesa se puede transformar siempre y cuando admita dentro de esa transformación todas las leyes ya descritas por la ciencia sobre cómo las mesas tienen que cambiar para poder seguir siendo mesa a pesar de haber cambiado.

3) Que todo lo que no es Real es nada: O dicho de otra manera que la Realidad es todo lo que hay y de esta manera todo lo que hay es Real.

Es gracias a este tercer principio que se puede llegar a pensar que lo que aquí nos traemos es nihilismo puro y duro… que luchar contra la Realidad será embarcarse en aplastarlo todo y demolerlo todo. Es este principio el que puede confundir esta lucha con descarnado ejercicio de angustia y de aniquilación. Naturalmente esto no es así. La Realidad dice: «Yo soy todo lo que hay», y no puede sino estar mintiendo, claro esta.

La Realidad necesita ser, toda ella, lo que hay. Por ello mismo se hace necesario la Nada para que todo funcione… esa nada que la negatividad tan pura y tan absoluta que sólo puede ser una afirmación.

Esto es: la nada de Meliso de Samos. En efecto de ello nos cuenta en sus glosas a la Física de Aristóteles, el buen Simplicio:

Y Meliso demostró que ello es inmóvil por el mismo motivo de que es necesario que si el ser se mueve, haya algún vacío del ser hacia el cual pueda desplazarse; pero demostró previamente que el vació no es posible. Dice así en su propio escrito: «Y no hay ningún vacío, porque el vacío no es nada: ¡y la nada no podría ser! Tampoco lo que es se mueve: no tendría lugar alguno donde desplazarse, pues es un pleno. Si hubiese el vacío, podría desplazarse en el vacío; pero, puesto que el vacío no es, no tiene donde desplazarse. Tampoco podría ser denso o raro. No es factible que lo raro sea pleno de manera semejante a lo denso, sino que lo raro precisamente resulta más vacío que lo denso. Entre lo pleno y lo no pleno hay que hacer esta distinción: si algo hace lugar a algo o lo acoge, no es pleno; si, en cambio, ni hace lugar ni lo acoge, es pleno. En consecuencia, es necesario que sea un pleno, si el vacío no es. Y si, por tanto, es un pleno, no se mueve.» (DK 30 B 7, Filosofos presocráticos, II, Gredos, fr. 181. trad. Olivieri, F.J.)

Y aunque aquí habla sobre el movimiento se refiera a todo: tanto movimiento como límite. La Realidad no puede tener límite –es decir tiene que ser infinita (que no sin fin)- en tanto que lo que hay fuera de ella no puede ser sino la nada misma (la nada entendida ya como una pura negación) y por tanto estar impregnandolo todo: la Realidad es todo hasta lo que no se conoce, lo que está ahí en secreto esperando venir a la luz de los discursos de la ciencia es tan Real como los discursos de ahora.

Naturalmente frente a estos mentirosos principios –que no porque se den y se les de su sentido, dejarán de ser mentira-, tenemos que descubrirlos una vez descritos… descubrir su mentira y su sentido.


1) No se trata que de la Realidad no se pueda hablar, sino que es justamente ese hablar del hablar de las cosas lo que constituye esencialmente la Realidad. Digámoslo con un ejemplo:

Una cosa será decir: «Sentémonos a la mesa azul.»

Y otra muy distinta será: «Esta mesa es azul.»

Si tomamos en cuenta que ‘mesa’ sólo podemos saber que es mesa en tanto que es un nombre que está perpetuamente señalando a las cosas, en el primer caso únicamente estamos indicando –o sugiriendo según el modo de la frase- una acción que hacer. Sin embargo, la segunda frase es otra cosa: estamos hablando del hablar. Hablando de la mesa y no ya indicando nada, sino volviendo con la cópula sobre la descripción de la mesa y vemos que ya son otros juegos de los lenguajes que no tiene nada que ver con el primero.

Uno será hablar y el otro hablar de lo que se habla. Y es mediante esas operaciones –que tampoco tendrían nada de extraño si no fueran por las prontas intervenciones de políticas y ciencias que intervienen por ahí afirmando y dando fe (cual peritos e interventores) de que, en efecto, «esta mesa es azul»- se va manufacturando la Realidad.

2) La Realidad, igual que cualquier cosa, está siempre abierta… abierta en el sentido de que hay cosas que constantemente están entrando y saliendo de ella, abierta porque el hacer de su hablar es siempre mentira porque siempre las cosas están en un movimiento que no obedece nunca a ninguna ley ni a ningún principio. Y ello es tan sencillo de descubrir como observar atentamente cualquier cosa.

3) La Realidad no es todo lo que hay… (decía el otro) y esta sencilla máxima ya nos vale para descubrir que hay muchas cosas que no son reales y que están ahí. Que no están gritando con todo su ser la gana de ser cosa y que sin embargo están ahí para que cualquiera las disfrute.

Naturalmente Realidad está ahí. Siempre acechando: haciendo creer que todo aquello que se descubre es eso… más y más Realidad. Su movimiento es un movimiento político… es la gana de demostrar lo indemostrable, de dar palabra a lo que ya era pura palabra en sí misma: el dar fin a las cosas, de temer que las cosas se confundan en lo sin fin (en lo no definido de sus formas, sus principios, sus quehaceres) ya que ello sería el principal obstáculo para poder manejarlas, contarlas y someterlas.




domingo, octubre 25, 2009

Notas al margen: No hay Dios

O lo que es lo mismo, no hay Bosón de Higgs. Ahorrémosle la molestia a nuestros físicos ginebrinos, repitamos: No hay Dios, y sintamos vibrar la alegría.

Si hay algo que llama la atención de este experimento eso es, sin duda, el ya descaro abierto con la que Ciencia quiere confundir a sus creyentes: se habla de Dios, se habla de encontrar la partícula que da su ser al resto de las cosas que son. El cúmulo primigenio de la Realidad, primer motor aristotélico, causa incausada aquinatense,…

Toda esta balumba, a pesar de que invita a la risa feroz, es algo bastante cruento y horripilante cuando se recuerda para lo que sirve. Esta máquina –cómo ya se dijo en su día en otras intervenciones de este ínclito blog- sólo sirve para eso, para sustentar durante un poco más la fe. Es evidente que los crédulos se quedarán como en Garabandal o en Les Coves de Vinromá, esperando el milagro mariano… y lo más terrible de todo es que seguramente los tullidos, los enfermos, rebosantes de fe –de la misma manera que lo hicieron en Castellón- se arrojen a las aguas fecales para suplir el milagro que no llega y saldrán empapados de mierda con la ilusión más renovada que nunca.

Lo peor es eso… que aunque la simplicidad del razonamiento dice: No hay Dios, lo que menos le importa a la fe es que los milagros lleguen o que los plazos se cumplan. Al fin y al cabo el verdadero cometido es la espera, la expectación, el relleno del tiempo vacío y del aburrimiento y sufrimiento de la Realidad: para eso y sólo eso sirven los milagros… y los experimentos de física.

jueves, octubre 22, 2009

«Dices tu pena á quien no le pena, quejaste a madre agena.»

Y diremos este refrán a los bienintencionados que con buenasfes -pero que siguen siendo fe al fin-, van acaso pensando que gobiernos, estados, partidos y leyes, etc. etc. etc. están ahí para ser reformadas y bienservir a la gente que todos los días se la rifa con la muerte (ya sea en los trabajos miserables y la hambruna más desesperante o ya en los aburrimientos de los trabajos mandados de primer mundo y de gerencias de dinero).

¿No les da tristeza todas esas marchas...? No ya por su inutilidad... -porque útiles son y valen para algo... aunque sea para rellenar de acontecimientos los telediarios que tanto se precian en anunciarlas en forma de cifras-, sino porque uno piensa... ¿Y a quién le están protestando? ¿Contra qué ente ya sea político o personal, se manifiesta esta gente?

Y al ponerle nombre a la causa se le pone nombre al mal... y llorando a la madre de turno se creerá que hay algo (siempre dentro del Estado y del Gobierno) que venga a solucionar el entuerto: leyes, partidos, reformas, etc. Cuando lo cierto es que es absolutamente imposible que nada caiga desde arriba para mitigar las penas: absolutamente nada bueno puede venir desde arriba.

martes, octubre 13, 2009

El canto de las cabras

William Holman Hunt - The Scapegoat (1854)


Culpa es causa y cosa. Cosa es culpa y causa. Causa es culpa y cosa.

Son las cosas constitutivas de la Realidad. Realidad es sólo un vocablo culto que nació para nombrar la suma de las cosas. No hay Realidad sin cosas y eso es lo importante. Negar la cosa no será negar que haya cosas, ni, mucho menos, odiar con moralismos a las mesas o a los perros simplemente porque están ahí. Sino negar que las cosas son ellas mismas del todo y siempre hasta su límite.

Esto es, negar que las cosas son las que son. Negar que un perro es un perro y que la mesa es una mesa. Si se comprende esa negación -y la libertad que de pronto sienten las mesas y los perros al dejar de ser ellos mismos-, se comprenderá de súbito y sin mayor esfuerzo esta rebelión que nos traiemos ancá con la Realidad.

Digámoslo claro a riesgo de perdernos en lo difuso y confuso de las opiniones: lo que viene a quitar esta guerra es la culpa. Es descubrir como al causa y la culpa son lo mismo...

Algunos antropólogos se quedan en la mera sopresa de darse cuenta de cómo todos los pueblos agencian la culpa de las cosas en diferentes supersticiones. Los corderos han tenido mala suerte en este respecto. Pero obvian la parte más importante: que el hecho de que se culpe a los chivos es lo de menos... lo más importante es que la culpa y la ejecución del castigo no es sino el fruto de la causa. Que lo mismo en las superticiones que en la física mecánica lo que hace es dar a la cosa su por qué, y dándolo se pretende entregar a la cosa a su ser más íntimo: a su Verdad.

¿No estaba Edipo y Ayante (y de otra manera Clitenmestra y Creonte) presos de una fiera ceguera que iba cociendo espaldas a sus ojos, la Verdad de su final? Y en el momento en que descorre el velo para mostrar las causas, para exponer ante el teatro el secreto: el héroe queda desnudo ante el público... como si durante un momento, suspendido en la trama la Verdad de una cosa se nos revelara justo antes de que los hados y parcas lo hagan pedazos.

Pero es mentira... no hay cosa que se revele en ningún teatro ni en ninguna tragedia. Su aniquilación es la prueba misma de que cuando una cosa se hace cosa verdadera, lo único que le puede pasar es morir. Nada se revela... las cosas -con sus culpas y sus causas- se elevan al cielo silencioso en su trance y nunca más se vuelve a saber de ellas sino por el recuerdo y la veneración.

Las cosas nunca las tocamos verdaderamente. No las podemos saber. Pero, contrario a toda esta noción estúpida de que el conocer a la cosa es toda la esperanza de gozarla, ello no entraña ninguna tragedia, sino al contrario... al contrario...


jueves, octubre 08, 2009

Las mentiras de las cosas


Pues sí eso, que las cosas mienten, así de claro. De hecho mienten constantemente.

Y ustedes, con más o menos razón, pueden que se pregunten: «¿Cómo? Un árbol, cuando está ahí parado, nada más con su sola existencia, sin hablar, sin hacer nada, sin agitarse ni moverse, sin conciencia, sin lenguaje… ¿puede mentirme?» Sí, lo hace… o por lo menos lo intenta, ya otra cosa será que uno esté lo suficientemente alerta o no, para tragarse la mentira –ya que lo más seguro es que el árbol es lo suficientemente inteligente para no tragarse la nuestra (porque naturalmente, al ser nosotros cosas de la realidad no tenemos otro remedio que mentir)… e igual sucede con las mesas, los perros y jamones… todos ellos mienten.

Y a pesar de lo extravagante que pueda parecerles esto, veamos si podemos decirlo de alguna manera que se pueda entender.

Primero hablaremos de los filósofos o los creadores de opinión –que por una extraña razón han quedado fuera durante todo este tiempo, cuando, al ser ellos mismos los grandes soportadores de la Realidad, tendríamos que ya haber disparado algunas que otras ráfagas más claras anteriormente-, y que van por ahí haciendo las descripciones en sus doctos libros de actualidad y de análisis de sociedades de masa y de consumo, retratando tal o cual pulsión social, denunciando aquella operación bursátil irregular, retratando, en fin, al hombre moderno entre sus miserias…

Y, no sé que les ocurra a ustedes, pero lo que es aquí la duda que constantemente me corroe, es que sentía un no sé qué de rechazo contra las cosas que decían. No sabía en principio por qué, por ejemplo, al leer a Foucault, a Baudrillard o a Wittgenstein, a Derrida, a Deluze e incluso a la gran panoplia de escritores hijos del marxismo… no sé… algo me daba mala espina, algo no acababa de cuadrar en lo que decían –a pesar de que sus análisis eran inexcusables, incluso adecuados-,


(aunque eso sí, después de mi casual encuentro con los estudios de los filósofos
griegos –del que, por una cosa u otra, me resisto a salir- he empezado a
despreciar con toda mi alma a toda esta caterva de creadores de opinión que se
ponen a fabricar Realidad para ir agrandando el Poder de la estructura dominante
por medio de la invención –constante y cada vez más estúpida- de conceptos, de
Ideas, de definiciones… cosa por demás, no sólo imbécil e inútil, sino peligrosa
y hasta malévola… disfrazando de contenidos sutilísimos y complejísimos
conceptos (diferancia, epistéme, plano de consistencia, agenciamiento, etc.) de
significado que oscurecido apenas y dice algo y, estoy seguro, labor contraria a
todo uso del razonamiento común y simple que nos dice que es una estupidez
seguir fabricando conceptos e ideítas para las batallitas intelectuales, cuando
los propios conceptos, aparentemente más simples y límpidos –que los griegos nos
presentan- siguen siendo tan oscuros e impenetrables como mentira)

pero que yo no conseguía del todo asimilar y asentir ante él. Y creo haber descubierto la cuestión: Diciendo al Mundo, diciendo lo adecuado a la cosa del mundo, seguían mintiendo…

Y esto que ocurre con los decires sociales, los discursos sobre lo que pasa entre los hombres, es perfectamente trasladable a lo que pasa con los discursos sobre la naturaleza y las ciencias.

Eso me preocupó: eso significaba que el mundo mismo era un mentiroso. Y cada vez que lo pensaba mejor estaba más claro: las cosas mienten. Basta observar una mesa o una pared, o un pescado o un documental de animales, para darse cuenta que las cosas mienten.


(Naturalmente ustedes dirán: ¿Cómo pueden mentir si no tienen lenguaje? Ya que
quizá la característica primera de un lenguaje es que se pueda mentir con él…
Pero la cuestión es que sí tienen lenguaje, los árboles hablan… y hablan porque
son vistos. –Queda pendiente un artefacto que nos ayude a pensar las relaciones
de al visión con el lenguaje y de lo visto con el que ve, para que veamos de qué
manera ver es un acto lingüístico-),

y en fin, que no hay otra manera de entender que las cosas sean las cosas y aún tengan la capacidad de ser ‘verdaderas’ sino como producto de un gran milagro –esto es, una gran mentira.

Que contando lo adecuado al mundo –es decir, lo que pasa- (ya en un documental de pececillos, que los vemos unos grandes comerse a los otros chicos o al mono líder que pega y somete a la mona y al resto de monitos)… encima de ello –aunque no se diga de sopetón, sino que sea otra cosa más sutil la que actúa por debajo- se dice: Esto es la Verdad.

Por ello no pocas veces animales han sido tomados como ejemplo del hombre –debido a que el animal, en su aparente mudez, debía tener algo más de cosa (esto es, de Naturaleza)- que los seres humanos que ya tenían cultura, historia y demás. Y no pocos se quedan tranquilos con argumentos del tipo del darwinismo social –que como el monito le pega a la mona y sodomiza al resto de sus congéneres de la manada, no hay más remedio que seguir la Verdad de la cosa que nos la grita- puesto que lo veían en el espejo sabio de las cosas: y someter a las mujeres y hombres…

En efecto: estos verán en la colonización de la hierba mala, la proliferación de plagas, el constante ir y venir de la historia en sus narraciones, el surgimiento y resurgimiento de poderes y líderes y caudillos y sanguinarios y sociedades de consumo y modas y asesinos la flor de lo Verdadero. Y seguramente no pocos, resumirían su argumento en: «Pero si así son las cosas, amigo mío, ¿cómo rebelarse contra la Realidad?»

Porque, hay que contestarle, las cosas también están mintiendo. Así de simple: lo que dicen no es verdad. ¡No hay verdad en nada de lo que dicen! ¡Porque hablan y mucho! (Lo suficiente como para justificar en ellas las atrocidades del Poder, y eso ya es demasiada mentira, creo yo).

Sí, el mono atiza a la mona, el pez grande se come al chico y los líderes sanguinarios se suceden –y quién sabe si se sucederán- en la Historia constantemente… ¿y acaso ello significa que es Verdad? ¿Qué es lo que nos hace suponer que debajo de la cosa, debajo del mono, debajo del pez, hay una contradicción brutal que parece resolverse, pero que perennemente está siempre en una discordia profunda?

¿No hay una fuerza por debajo de las cosas, no ya que les está dando su ser, sino que las está sometiendo constantemente a través de distintas máquinas (teckné: arte o técnica), para que justamente parezcan ser las que son?

¿Qué poderosa fuerza, qué violencia, qué mentira tan poderosa tiene que estar convocando constantemente esta mesa sobre la que escribo para no deshacerse bajo el peso de mis libros y mis codos?

(Volveremos otra vez sobre este problema a propósito de los fragmentos de
Heráclito –que ya hemos comentado en otra ocasión y sobre todo las reflexiones
del sofista Antifonte sobre el ser de las cosas y las críticas de Aristóteles al
buen sofista)

La cosa no es la cosa y al decirnos lo contrario miente. Porque se presenta como Una cuando es muchas: se nos da como un mono que atiza a la mona y no como un mono que se atiza a sí mismo para atizar a la mona –y quién sabe cuantos monos tenga dentro de sí que atizándose duro estén imponiendo la Mentira como una Verdad.

Por otro lado hay que hablar propiamente del lenguaje de la cosa. ¿Cómo se puede decir algo ‘adecuado’ a la cosa? ¿Cómo podemos decir algo que sea adecuado a una cosa, sino porque la cosa, en sí misma, antes de poder decirla, es ya pura palabra? ¿Cómo una locución –un enunciado- puede adecuarse a una cosa, a algo que supuestamente es mudo? ¿Cómo, en resumidas cuentas, podemos decir al mundo?

Quizá esa es la raíz de que las cosas mientan: mienten en la medida en que quieren pasar por Verdades del mundo. Por ello las ciencias y la Realidad necesita desesperadamente que las cosas estén mudas –repitiendo constantemente la tautología de ser las que son-, ya que si hablaran, necesariamente tendríamos que preguntarnos: ¿Mienten?

Este sinsentido llega a su límite último cuando decimos algo de ellas –creyendo, naturalmente que son ellas las que hablan, nombrándose a sí mismas- y que encontramos su Verdad. La Verdad –ese enunciado que pretende ser uno que el mundo (y por tanto no hablar, sino simplemente ser espejo dél)- quiere llegar a ser la homonimia del mundo. Que cuando se dice la Verdad sólo se está mostrando al mundo con su mudez más profunda.

La peligrosidad que entraña esto está en la aniquilación de cualquier voz de abajo. Esta en la supresión de lo otro que se esconde debajo de la cosa –que no vamos a caer en la tentación de decir que es más verdadera, pero que por lo menos está ahí y lo atestiguamos mudos de asombro-, y en ello van encaminadas todas las fuerzas del Poder.

Tampoco, ni siquiera, hablaremos por eso que bulle debajo nuestro. No es necesario. No estoy seguro que sea lenguaje –por lo menos no es el mismo lenguaje que utiliza la ciencia-, sino que, si habla no miente tanto… sigue hablando (no es mudez callada, ni sortilegio cerrado), sino índice que muestra lo abierto del mundo: Utiliza palabras tan simples y tan plenas como ‘esto’ / ‘ahí’ / ‘eso’ / ‘ello’; palabras que sólo indican: y aunque no posean significado, algo dicen al corazón, algo que no sé que es, ni pretendo someterlo a las explicaciones de la ciencia, está ahí… (por cierto, no tiene nada que ver con Dios, sino muy posiblemente es lo contrario; ya que, como dicen los Teólogos Dios es Palabra –lógos-): entre las flores, entre el correr límpido y claro de los arroyos y no es mentira… ¡No es mentira! (Aunque, evidentemente, tampoco sea Verdad).


jueves, octubre 01, 2009

Entre el cielo y el suelo: Tales de Mileto, movilidad y conocimiento


Bien conocida es la anécdota que nos transmite Platón en el Teeteto (174a) sobre Tales de Mileto -al que se llamó de entre todos, al primero que generalizó la investigación de la naturaleza (phisikoi historías)-:

«Como también se dice que Tales, mientras estudiaba los astros… y miraba hacia
arriba, cayó en un pozo, y que una bonita y graciosa criada tracia se burló de
que quisiera conocer las cosas del cielo y no advirtiera las que tenía junto a
sus pies.» (DK 11 A 9, Los Filósofos presocráticos, Ed. Gredos, fr. 10,
trad. Juliá y Eggers Lan)

Muy a parte de cualquier consideración de si esta anécdota fuese verdad o fuese una mera fabulación a costa de la figura del sabio

(es ya bien conocido que en la época clásica, la figura de Tales –una figura que
entre los atenienses debería tener un cierto exotismo debido a su origen jónico-
era un especie de prototipo de científico –p. e., este fragmento de las Aves de
Aristófanes, en una conversación en que Metón da cuenta de la manera correcta de
medir el aire: «METÓN: Mido por medio de la regla recta, de modo que el círculo
se convierte en cuadrado… / PISTÉTERO: ¡Este hombre es un verdadero Tales!» (
Los
Filósofos presocráticos
, Ed. Gredos, fr. 31, trad. Juliá y Eggers Lan), y aunque
el episodio es claramente burlesco, deja clara constancia de la manera en que
Tales era tratado entre un público medio),

además de que, por lo general, todas estas discusiones de si es verdad o mentira que, efectivamente, en algún punto situable de la historia, el buen milesio anduviera caminando por ahí mirando quién sabe cuál constelación cuando de pronto, ¡zaz! que se cae en un pozo en el momento justo en que una esclava tracia estaría fregando o haciendo labores propias de esclavas y, efectivamente, la muchacha se riera del sabio y que esa risa fuera movida por que « quisiera conocer las cosas del cielo y no advirtiera las que tenía junto a sus pies»; y en fin, que el decir de estas cosas si son ciertas o falsa (pasatiempo favorito de nuestros filólogos y ordenadores de textos y doxografías) distrae tanto y tan estúpidamente que al final uno no acaba haciéndose cargo de lo que está tratando de decirnos la anécdota en sí misma.

Por ello vamos a ir recogiendo testimonios y hasta pseudo-fragmentos de Tales de Mileto, importándonos muy poco la docta opinión de los filólogos de si esta palabrita que se usa aquí es demasiado moderna para haberla podido usar un jonio del s. VI a. C., o si la supuesta Astronomía náutica que se le atribuye en Diógenes Laercio (I, 23) era más probablemente de Foco de Samos y que es prácticamente seguro que el primero de los investigadores de la naturaleza –siempre utilizando la terminología peripatética- nunca haya dejado nada escrito y únicamente podamos estar seguros de que dijo algo sobre el agua y realizó varios experimentos de geometría… es decir, que no nos vamos a ocupar históricamente de la figura de Tales

(ya que eso, ¿quién lo duda?, sería generar más y más Realidad –aunque hacia
atrás, tal y como lo hacen nuestros arqueólogos y prehistoriadotes que al
encontrar un huesito o un triangulito fragmentado de una vasija en la Anatolia,
ya nos ofrecen imágenes prístinas de civilizaciones e Historias-)

sino que más bien vamos a ‘hablar con Tales’ o por lo menos a hablar con los testimonios que nos han llegado de él y ver qué podemos sacar de las cosas que nos dicen que decía –sin importarnos si las dijo o no- y de qué manera podemos servirnos de ellas para atacar la Realidad.


Mantengamos pues esta anécdota en la mente: Tales cayéndose a un pozo y la esclava burlándose de él.

No es poco significativa la anécdota en sí misma… no sólo por lo pedagógico del cuento, sino por sus elementos: Tales de Mileto y el cielo / la esclava y aquello que tenía junto a sus pies.

(Sin pararnos demasiado en hacer análisis psicoanalíticos, que ciertamente por
lo general conllevan un cierto grado de ‘Realidad’ que la verdad me desagrada
mucho, podemos incluso ver de qué manera el Cielo es siempre el Poder del
Hombre, esto es, el Poder de la recreación de la Realidad y el Suelo, la Tierra,
es siempre mujer –y mujer dominada, esto es, esclava- y aún así se ríe)…

Pero esta anécdota cobra mucho más sentido si leemos unas supuestas palabras que el buen Laercio nos deja constancia en el pasaje en el que se ocupa sobre las posibles obras escritas de Tales:

«Según otros sólo escribió dos obras: Sobre el solsticio y Sobre el equinoccio, por qué estimó que lo demás es incomprensible (sigo la trad. Ed. Alianza, de García Gual, aunque con ciertos arreglos… lo llamativo es que el traductor en la versión entrecomilla lo que aquí subrayamos, cosa que le da un carácter de fragmento, aunque para lo que nos ocupa innecesario)


Cuando juntas un testimonio y otro, la risa de la esclava se tiende a contagiarse.

Más allá de las concepciones griegas del Universo y el cielo (que culminan y terminan con Aristóteles –ya que, creo yo, que el sistema ptolemáico ya forma parte de otra cosa, de otra inquietud que no tiene nada que ver con la teoría, sino con el arte de la predicción astronómica para la utilidad en la navegación-) que siempre tratan de reflejar al cielo con la uniformidad y claridad del kósmos –esto es, del orden-; lo que está diciendo es que sólo lo divino, lo ordenado, lo de arriba –lo que raya en lo ideal- es únicamente lo cognoscible, lo que se puede conocer. Mientras que lo de abajo, lo que está pululando junto a los pies, lo que está sumido en un movimiento sin fin –aunque entendamos movimiento como mera indeterminación y no movimiento como lo entendería Aristóteles-, los esclavos, las mujeres, lo ilimitado del mundo encerrado en el misterio, está libre del sometimiento a la delimitación que requiere el saber.

Naturalmente estas son sólo metáforas más o menos válidas, pero no son del todo inadecuadas para guiarnos la manera en que debamos atacar la Realidad: por un lado tenemos al cielo / Dios / orden / filósofo / señor / amo / conocimiento / arriba / yo / conciencia / voluntad / Idea / la seriedad / muerte / individuo, etc. y del otro tenemos al suelo / lo pagano / lo sucesivo / ¿el poeta? / la mujer / la esclava / el misterio / abajo / ello / subconsciente / ¿deseo? / razonamiento / la risa-alegría / vida / pueblo, etc.; y aunque hay ciertas cosas que podrían discutirse largamente y pueda que no sean del todo adecuadas, nos sirve bien como mapa de lo que decía.

(Quizá lo que sí hay que decir es que este mapa no quiere constituir ninguna
dicotomía o dialéctica simple; esto es, no quiere decir que lo que se opone al
Señor sea la Mujer en tanto que Mujer tiene que imponerse sobre el Señor y la
lucha es de igual a igual Hombre v.s. Mujer y Mujer v.s. Hombre, como Machismo
v.s. Feminismo –y así en todos los pares-. Sino que mujer no puede ser algo
positivo que oponer al Hombre. Simple y sencillamente podríamos decir: mujer es
lo que no es Hombre, y nada más; esto es, que no hay un ‘ser’ de la Mujer que
pueda suplantar al ‘ser’ del Hombre, ya que, como se ve, eso sería reemplazar la
Realidad (el Poder) del Señor por la Realidad (el Poder) de la Mujer y
convertirla en Señora. Esto sería, claro está, dejar indemne a nuestro verdadero
enemigo –que no son hombres ni mujeres- sino la Realidad. Por tanto el suelo y
todos los pares que le van a la zaga son únicamente la negación pura y dura de
lo que se nos está imponiendo desde arriba, esto es ser Hombres, Individuos,
Amos, Señores, dueños de nuestra Voluntad y Mortales ya muertos)


Por ello no tiene que resultar ni extravagante ni una conclusión esotérica –sino puro sentido común- que cualquier investigación epistemológica sea un acontecimiento político –mil veces más político que la hueca asistencia a las urnas o esos fúnebres debates de los administradores de muerte-, y así cuando se nombra una cosa y se le quiere delimitar y definir, lo que se le intenta es someter a los regímenes del cielo. Cuando se toma a la mujer o a la vida o a la alegría y se le intenta hacer formar parte de esa constelación del cielo –eso que Platón llamó el topós hiper uranus- lo único que se hace es someter a los límites a la cosa y matarla –tan muerta como los amores de nuestro Amado.

Naturalmente ello ya nos indica el camino… ¡Negarse a entrar a esas mentiras! Negarse a morir entre los límites del conocimiento, ya que todo lo vivo, necesariamente, tiene que fluir y moverse, tiene que resistirse –como se pueda- ante el sangriento mandato de la Muerte.

(¿Se va viendo que esta guerra contra la Realidad pasa, fundamentalmente, por la
necesidad de negarla y que ya con el simple hecho de negarla algo de vivo, sin
saber de dónde ni cuando parece brotar de los corazones?)

Aunque quede como apunte para otros ulteriores desarrollos y ataques –aunque ya lo empezamos más o menos por acá- el saber que necesariamente tiene que haber un intermedio entre el cielo y el suelo; tiene que haber un espacio en el que la Realidad se fundamente –ya que no puede fundamentarse en el misterio de las cosas-, tiene que encontrar algo que esté otorgando calidad de Verdad a esas cosas que relucen en lo alto… y esto no es otra cosa que lo que, mal que bien, subsiste de alguna extraña manera entre la vida y la muerte; entre el misterio y la tautología: la técnica.

Ya dijimos cuando hablamos contra la máquinas, el hecho de que es justamente la Máquina la que viene a sostener la Ley de la Física (o cualquier otra forma de conocimiento) –y no al revés, como se pretende hacernos creer-: la máquina al subsistir pretende estar estableciendo un contacto entre las cosas y los éteres de la Realidad: la técnica y su funcionamiento es lo que permite enlazarlo todo… la utilidad es la que otorga Verdad a las luminarias inalcanzables del cielo. La geometría de Tales de Mileto no sería la que es si no hubiese servido para enriquecerse con las aceitunas o para atravesar el río con el ejército que comandaba (Cfr. DK 11 A 6).

Por ello son las propias máquinas las únicas que pueden servirnos para destruirlas… para demostrar lo falso del cielo. Según como lo decía Heráclito en el DK 22 B 56, con ese acertijo engañabobos que, según algunas tradiciones, acabó matando al poeta, siempre según la traducción de don García Calvo:

«Engañados están los hombres tocante al conocimiento de las cosas aparentes y reales por manera muy semejante a la de Homero, el que vino a ser más sabio que los helenos todos: pues también a él unos niños que andaban matando piojos le engañaron al decirle “Todos los que vimos y cogimos, ésos los vamos dejando, y todos los que no vimos ni cogimos, esos los traemos.”»



domingo, septiembre 27, 2009

Notas al margen: Salvemos a los OVNIS

En la asquerosa vida que llevo he tenido que contemplar sacrilegios horripilantes: las ciudades vestidas de galas para los turistos, el continuo abandono de los medios de transporte útiles y eficaces como los ferrocarriles para gastarse los presupuestos en esas interminables carreteras de Dios en donde cientos de familias dejan la vida como un tributo de sangre al Divino Señor del Dinero, horrendos saqueos de tierras desconocidas, tristes sometimientos de fuerzas de ríos y de mares y cascadas para iluminar las tristes pantallas a las que nos sometemos, a la Huasteca me la hicieron parque ecológico, pero… ¡pero por lo menos que me dejen a los OVNIS! ¡Que los dejen en paz!

Ay, ay, ay, que cuando niño aún tenía la fortuna de pensar… de soñar… de dejar las noches enteras se fueran, se escaparan, delirando yo entre la vista de las incontables estrellas y soñar que ese resplandor podía haber sido, ¡algo! ¡Algo desconocido flotando en la bruma de mis locuras!

Ay, pero parece que ese divino consuelo de no-saber, se va haciendo cada vez más ‘real’ y por tanto una cosa más entre las cosas… Desclasificaciones militares, periodistas, y ese repugnante asedio de la Ciencia que no quiere dejar cosa sin someter a su régimen mortuorio de ser ‘cosa’ –y por tanto ser parte de Realidad-, van convirtiendo a ese delirio de mis noches sinsoñas en un evento más de la Historia, en un tránsito más en el quehacer de esta cordura enloquecida de las informaciones.

Yo, que había soñado con que por lo menos el mundo, la Luna –después de ese cuentito prehistórico (que ya adquiere tintas de relato bíblico) del alunizaje que Amstrong y cía. que ya se me había escurrido de la memoria-, y lo vacío del las estrellas se mantuvieran solas, desconocidas, como una puerta siempre abierta para el vuelo limpio de las imaginaciones… ¡ah, no! ¡Pero tenían que llegar los imbéciles de turno para seguir colonizando y agrandando estos falsos límites del Mundo! (Si ya hasta el vacío entre las estrellas lo tienen que hacer cosa –materia oscura- para seguir conociendo y abarcando la Totalidad): ¡Malditos! ¡Cerdos!

¡Salvad a los OVNIS! ¡Salvadlos! No creáis en las tonterías que os digan de ellos: están ahí, sí, ¿y qué pasa? No los hagáis parte de la Realidad, salvadlos por lo menos a ellos si no podemos salvar ni árboles ni mares ni a los vivos cuerpos de nuestros niños, por lo menos que ellos sigan vivos sin saberse…

martes, septiembre 22, 2009

Anexo al uno y su repetición: yo mismo, una ciudad


Hay que volver sobre un tema que ya hemos tocado, pero que puede provocar los suficiente equívocos como para que tengamos que volver a él constantemente –de hecho, en el fondo nunca lo abandonamos-, me refiero al tema de ‘yo mismo’ o ‘el yo’ que es uno.

(Es importante volver a él ahora que hablamos del Uno –la unidad,
Dios, el poder-, para ver de qué manera el Uno y ‘el yo’ son prácticamente lo
mismo. Esto es, como ya hemos dicho, que el individuo es parte de la Realidad y
que si hemos decidido combatirla a ella, necesariamente, el individuo es nuestro
enemigo.)

La parte constituyente de un individuo es que sea uno, si no, no es individuo (y aunque ya vimos antes lo imposible de esto)… Supongamos que es verdad que puede haber individuos: ¿no será la suma de estos –esto es, su repetición y posterior trato en cuentas y estadísticas- lo que en sí constituirá algo así como la ciudad? Así tenemos a uno que es uno, a otro que es uno, a aquel que también es uno, a ti que eres uno y etc. etc. etc. que todos son más o menos uno. Por tanto: masa

(el ‘pueblo’ de la ‘demo’cracia –aunque aquí no nos paremos a ver el sinsentido
de cómo el pueblo vaya a poder tomar los poderes-, que por no equivocarnos
llamaremos aquí ‘masa’ –aunque el nombre esté muy manoseado- para diferenciarlo
del de pueblo. En efecto, el pueblo no se sabe bien que sea, ni podemos saber
cuándo de verdad hay pueblos, ni se puede decir cuándo un conjunto de personas
se convierten en pueblo, etc. En cambio ‘masa’ es menos equívoco en tanto que ya
se sabe que la masa –como la masa material- está compuesta de partes más
pequeñas, de átomos, de individuos que en su agrupación forman poco más que un
conjunto de cosas. Así que no diremos ‘pueblo’ a pesar de que haya gente que
pueda confundir estos dos términos: el pueblo es cualquiera, la masa está hecha
de inviduos.),

y es esta masa la que nos quieren hacer pasar por multiplicidad o libertad. Esto es que la proliferación de Unos tiene que constituir la base misma de la pluralidad, la tolerancia, el respeto y todas esas virtudes de la democracia –manufacturadas precisamente para que no le pase nada a los Unos-, que permita que los Unos convivan entre sí en plena pluralidad –eso sí llegan a conseguirla- sin que nunca los límites de uno entren en conflicto con los límites de otro.

Esto que se quiere disfrazar como al forma más progresada de respeto civilizado y fecundo foco para diversidad cultural, es en realidad la forma más reaccionaria del Uno. Es el Uno imperando bajo las formas más sutiles de la individualidad, en la forma de la persona, condenada a la más helada de las soledades… hablando en el fondo de sí misma, abandonada a los muros de su propia piel.

Tal y como nos sugiere el estoico Epicteto en sus Pláticas:

«Como, en efecto, Sócrates decían no vivir una vida sin examen, así no debe admitire una representación sin examen, sino decirse: ‘Aguarda, deja que vea quién eres, y de dónde vienes’ (como los centinelas nocturnos: “Muéstrame la contraseña”). ‘¿Tienes esa marca de naturaleza que debe tener la representación de recibo?’» (Pláticas o Diatribas, III 12, 15-16. trad. de Urríez y Azara, P. J.)

Esto es, de someter todo posible desgarro del Uno a una constante vigilancia de tal manera que el cuerpo mismo se transforma en un estado policial, en un lugar geográfico sitiado: en una ciudad que se tiene que comportar ante el asedio.

(No es aquí el momento de divagar sobre todos los conceptos que
desde Sócrates hasta el final de la época helenística estuvieron impregnando
todo el pensamiento griego: individuo, ataraxia, adiaforía, dihaíresis, etc.
pero quede dicho que todo este bagaje conceptual estaba encaminado para reforzar
la misma mentira)

Este estado policial del Uno es absolutamente necesario y no se puede concebir ningún individuo sin que dentro de sí tenga esa noción de protección.

Por otra parte, si queremos adentrarnos más, podemos rastrear un componente esencialmente colonizador en todo esto: Ya decía Marco Aurelio en sus Meditaciones: «Mi ciudad y mi patria, como Antonino que soy, es Roma. Como hombre es el universo.» (VI, 44). Durante el imperio romano está la cláusula absoluta de que todo el espacio hueco que hay entre las ciudades –recordemos que antiguamente las ciudades tenían la sana costumbre de estar amuralladas-, era un espacio dispuesto para la colonización: esto es, el campo también era la ciudad futura, lo que todavía no le había llegado el tiempo de convertirse en ciudad e integrarse al Imperio.

Esto, aplicado a lo que nos ocupa, quiere decir que el Uno siempre tiende a reproducirse sobre la pluralidad difusa –esto es, una multiplicidad que no esté constituida de unidades, ni redes ni nada-, para colonizarla y reordenarla: este procedimiento sucede a cada paso y en todas partes, desde la apropiación de las formas artísticas por parte del poder hasta la colonización de la conciencia sobre los sin-saberes del psicoanálisis. Todo se trata de hacerlo Uno y con ese quehacer ya todo lo demás está dado: no existe nada más que hacer sino esperar a que no suceda nada… a que la Realidad se constituya por sí misma y que en tanto que sea nada más que una acumulación de unidades, se mantenga en sí misma por todo el tiempo posible.

Por ello cuando se ataque la Realidad no se debe hacer nunca desde el invididuo, que cómo ya hemos visto, únicamente es una caricatura en donde todos los mecanismos del poder –tal y como se presentan en las ciudades- se repiten y tienen a proliferar. Y, naturalmente, es contra este orden que esta guerra tiene que rebelarse… una guerra civil dentro de uno mismo, como quien dice. Que el agua que brota de ese desconocimiento ya se encargará de ungir cualquier herida de la batalla...


domingo, septiembre 20, 2009

Actualidades: Tiroteo 'contra el gobierno'

Aquí, por regla general, solemos dar la esplada bastante a los sucesos noticiosos y de acutalidad. Pero ahora ha venido a tocarnos las fibras esto que ha ocurrido en el metro de la Ciudad de México. No nos ocupemos de nombres ni de datos ni de reivindicaciones, que para esas estupideces sobran informaciones, mejor hablemos de lo que nadie habla... de lo que entre tanta balumba y balazos se quiere taponar.

La verdad, si nos ha tocado las fibras es porque según relatos de los periodistos, el sicario estaba escribiendo consignas contra el gobierno, cuando se le acercó un policía bancario para detenerlo y es entonces cuando desenfunda y comienza a disparar. Otras informaciones dicen que sus reivindicaciones tenían contienido religioso.

Naturalmente esto nos tiene que caer aquí al lado no tanto por el acto, por esto que aquí llamamos 'guerra' contra la Realidad. Naturalmente, decir contra la Realidad es decir contra el Gobierno que es únicamente un estamento más de esa Realidad.

De lo que hay que hablar y nadie habla es de los motivos. Lo que ha pasado en México no tiene nada que ver -y confundirlo es más que un error- con los asesinatos en masa.

Es algo que los que estamos aquí en esta guerrita tiene que preocuparnos mucho... Podemos comprender la desesperación de cualquiera -y de hecho para mí siempre ha sido algo sorprendente que esta clase de cosas no sucedan más a menudo-, pero esa no puede ser, ni por error, la forma de llevar la guerra contra la realidad ni contra el gobierno. Por lo general, tal y como podemos ver en las informaciones, lo único que sucede es justo lo contrario: la justificación del uso de la fuerza, la proliferación de la sensación de inseguridad -y suplicar por más y más Gobierno- y la ayuda para el establecimiento de la mentira que dice que sin gobierno sólo el caos se impondría, etc.

No hace falta -ya que tampoco lo harán- que los telediarios pongan atención a los motivos del pistolero, saltan a la vista en cualquier titular: es esa violencia de la Paz, es la pobreza, la miseria y la obligación de la resignación, del sometimiento, de la masacre de tiempos y amores. Los motivos están ahí, aquí, frente a nosotros y palpitan.

Hay que desconfiar de todas las informaciones, de la repulsiva manera en que los periodistos -esa es su labor- se dedican a vender la sangre y lágrimas a quien quiera comprarlas y sentirlas. Esta alharaca repugnante da más asco en la medida en que únicamente toma 15 minutos lipiar la estación de ese mismo metro cuando alguien se ha suicidado. La cuenta es esa, pero los muertos son los mismos... la máquina sigue funcionando y parece que funicona más y mejor en la medida que venga la sangre de estos desesperados -ya de sicarios ya de héroes- a aceitarla.

La leyenda de los sacamantecas que se hizo popular durante el s. XIX cuando se decía que las máquinas industriales sólo podían funcionar bien a costa de una buena grasa densa y tierna (esto es la grasa de niño), únicamente es la exageración de una cosa que sucede a diario. La máquina estatal, la Realidad misma, sólo puede mantenerse a costa de estas noticias, a costa de la desesperación viva de la gente que cuando, sin saber que hacer, se traduce en esta estúpida violencia sólo alimenta el fuego siemprevivo de la Realidad. La soporta, la ayuda queriendo combatirla. No sé bien cómo se combate la Realidad... eso no se sabe y si andamos en estos tejemanejes es justamente para ver si algo de nuestra inteligencia al hablar nos lo va revelando..., sólo sé como no se hace: y es así, pegando plomazos.

Las armas llevan grabadas en sí mismas la consigna de la Paz de los muertos, de matar al que habla, de liquidar la razón... y ya dijimos que esta guerra no es para la Paz. Esos son justamente los métodos del Estado, los métodos de la Realidad y es justamente lo que aquí combatimos.



sábado, septiembre 19, 2009

«Holgar gallinas, que el gallo está en vendimias»

Otro: «A la muger y a la gallina, tuércele el cuello, y te dará la vida.»

De nuevo las confusiones entre vida y muerte. El refranero, no hay que dudarlo, es mitad reaccionario, mitad popular. Y aquí entre estos dos refranes ya podemos ver uno y otro espectro de lo dicho.

Por un lado las gallinas –mujeres, pero también todas las cosas que pueden pertenecer a un señor-, se alborozan cuando se llevan al gallo (a matar, claro está). Por otro, el refrán que necesita ayudar a confundir el sometimiento y la tranquilidad con la vida –esto es a la muerte con la vida, y así recomendar, el acabar con las cosas para que las cosas den ‘la vida’.

miércoles, septiembre 09, 2009

Sin tregua...


Este fragmento de Heráclito (que en la edición de Diels Kranz está en el 53), podría traducirse (siguiendo siempre la versión del maestro García CalvoRazón Común, edición crítica, ordenación, traducción y comentario de los restos del libro de Heráclito, (Lecturas presocráticas II), Ed. Lucina, Zamora, 1984):

«Guerra de todos es padre, de todos rey.»

Válganos de epígrafe para hablar, un poco más detenidamente, de esta guerra contra la Realidad. Y lo hago principalmente para que quede bien sentados los motivos, para que no se crea que esto es una propuesta más del arte y sus formas más o menos literarias; y de paso detenernos el tiempo que resulte necesario en el tema de guerra y paz y sus aledaños, tan confusos y tan idealizados, de los que hay que decir alguna que otra cosa.


Primero, si decimos que esta Guerra no tiene fin –ni tiene paz posible- es porque cualquier paz es la reestructuración de la Realidad misma, esto es, del Poder. Si decimos Guerra –un nombre un poco rimbombante y problemático, aunque no inadecuado- es porque estamos obligados a ello: si se pudiera, tranquilamente, yo llamaría a esto simplemente ‘razonar’ la Realidad, ‘desmontar’ la Realidad o –según ese verbo prostituido de Derrida- ‘deconstruir’ la Realidad…

Si no podemos llamarlo así es que en ciertos temas si no dices las cosas con un puntito de exageración parece que no dices nada, a pesar de que, en el fondo, sea lo mismo. ‘Guerra’ es un nombre problemático… pero ajustado a lo que aquí hacemos. Y lo llamamos ‘guerra’ porque el Poder –de la misma manera que hace con todas las obras de las artes y las filosofías- se apropia con fiereza de las cosas y, convirtiéndolas en blanca Idea, no las suelta a menos de que se ejerza una cierta violencia sobre Él.

Esa violencia no es nuestra… de hecho se puede atacar la Realidad con suma tranquilidad. Pero es el Poder quién hace de esa duda, de ese razonamiento –puesto que al final todas nuestras máquinas se reducen a eso: a la duda y al razonamiento- una violencia intratable. Cualquier duda o razonamiento es imposible desde el Poder…

(Jamás veremos a un presentador de televisión,
un periodista de renombre,
un político en campaña o un empresario exitoso,
jamás, digo, lo veremos dudando. La duda y el razonamiento es la verdadera
amenaza de la Realidad –más que los terrorismos y crímenes que la justifican-,
lo auténticamente desgarrador sería ver a un político llorando por no saber que
hacer o acaso un profesor de matemáticas que ya no está seguro de la
consistencia de
los axiomas de los números naturales de Peano… pero bueno, vamos
más despacio:)


Si queremos hablar de motivos… (aunque la palabra a mí mismo me chirría bastante), no sabría muy bien qué decir. No sé… A cualquiera que preguntara: «¿Y por qué la Guerra?», quizá habría que devolverle la pregunta: «¿Y qué es la Paz?»

Ya no nos vamos a meter, aunque en un momento dado podríamos, del sinsentido absoluto de llamar a esto que se vive en las urbes de occidente –por no irnos a las Áfricas y Orientes, que sirven siempre de justificación-: llamar, digo, a lo que hay aquí ‘Paz’.

Como dice el maestro, sólo es posible llamar a lo que tenemos en las ciudades del progreso progresado ‘paz’ si se contempla esas guerritas de los márgenes: Ruanda, Congo, Afganistán, Pakistán y la India, Israel y Palestina, etc. Y sin embargo, lo que aquí tenemos, el régimen que aquí padecemos, sea más o menos enriquecido –como en Europa o menos, como en América Latina), lo que hay es la misma mortecina sensación. La Guerra, aunque este más disimulada, está ahí, viva y coleando… y la primera medida del enemigo es llamar a esto que vivimos ‘Paz’.

No hay paz. Tampoco estoy seguro de que me interese probar la paz… creo que sólo los muertos pueden tenerla –o por lo menos eso se dice-, pero lo sangriento de la Realidad está ahí para que cualquiera lo vea: futbolistas muriendo en plenos partidos, guerritas de bandas, las economías de guerras ante las hipotecas, la sangre empapando las carreteras, la mortecina y horripilante soledad de las urbes construidas para el Dinero, la miseria –más o menos disimulada- con la que se convive a diario entre los callejones y debajo de los puentes, la desolación, en fin, de la Realidad que, condenándonos a este eterno sufrir, se atreve, encima de todo, a llamar a esto ‘paz’.

Por otro lado, aquí no nos planteamos armas… de esas ‘verdaderas’, de esas de fusil y bala y metralla ni apoyamos ninguna guerrita o guerrilla que a balazos lo único que acaba haciendo es justificar ejércitos, policías, poderes y el miedo y el terror a la guerra. Ello es, más allá de que por lo general apenas están imitando las formas de la Realidad –creando organismos ejecutivos, militares y de gobierno-, ese tipo de Guerras siempre están buscando la ‘paz’. No se puede combatir a la Realidad con armas porque la Realidad justamente se constituye y es la que es gracias a las armas y sus máquinas.

La guerra cuando se hace por la guerra misma –porque el Poder, ¿quién lo duda?, está aquí metido entre mis carnes, entre mis propias palabras, ‘Yo soy el Estado’, dice el guerrillero- empieza librándose contra uno mismo. El primer y más grande enemigo es este Nombre Propio con el que publico y del que reniego. ¡Ese no soy yo! –de ahí la gran sabiduría de los niños y los loros que no saben reconocerse en los espejos. Cuando uno siempre está guerreando contra estas formas no puede aspirar a instaurar forma alguna de tranquilidad –la tranquilidad mortecina de la paz-, sino que sus únicas treguas de alegría se basan en ir recuperando y disfrutando, poco a poco, en ir desmantelando, según se vaya pudiendo, cada uno de los campamentos del enemigo. Devolver a la forma que pide: a la tierra de nadie, a ese espacio hueco y vacío en dónde sólo lo inesperado puede surgir…

Y para ello, lo único que hace falta es dejar rodar el razonamiento… no es ni mucho menos sorprendente que al leer este otro fragmento de Heráclito (DK 22 B 80, trad. de Calvo):

«Pero se debe ver la guerra cómo es común, y justicia contienda, y cómo según contienda se producen todas las cosas y se valen unas de otras.»

ver que se sirve, para describir a la Razón –razón común, xynón esti pâsi tò phronéein (DK 22 B 113)-, el mismo epíteto que usa para la guerra: a saber, xynón, esto es: común. Común que quiere decir que es de todos, en la medida en que cada uno sea cualquiera y no el que es (común en el sentido en el que está separado de las cosas todas) –ya que ‘el que es’ sólo puede estar dormido en la ilusión de creer que su pensamiento es individual y propio de su sujeto (Cfr. DK 22 B 1)-; y por tanto recogemos del efesio esta brillante y límpida razón para decir razón es guerra y guerra es razón –siempre y cuando no se haga para la ‘paz’, ya que entonces Guerra sería Fe, Idea, Muerte-, y sólo en el permanente rodar de la razón –ya que la razón, tal y como venimos diciendo, no llega nunca a conclusión alguna, no cierra nunca su enunciados y siempre está negando, diciendo NO- se puede llegar a concebir esta guerra sin final, sin paz posible… y sin embargo, con ese no sé qué de alegría, con esa sensación de ir recuperando el misterio, metro a metro, trinchera a trinchera, los lugares, las plantas, los animales, los libros, los amores, las canciones y los momentos, libres ya de toda ‘paz’ perpetúa que parecía estar matándolos por dentro.




viernes, septiembre 04, 2009

«Bien está San Pedro en Roma»

La geografía suele hacer maravillas. La omnipresencia de Dios la ponen siempre en tela de juicio la propia distancia, la sierra, el aire… Es mentira que Dios esté en todas partes, que lo vea todo. Eso lo sabían los gallegos que al salir por el bosque, en a la sombra fresca cuajada de rocío, en los encinares junto al Fin del Mundo, sabían que ahí no podía estar Dios.

Naturalmente, algunos se asustaban… y otros incluso podrían usar de manera irónica este mismo refrán: como un anhelo de la presencia de Dios. Lo que es en esta guerra, que se trata de subvertir la Realidad… este refrán no es sino la constatación de un consuelo: ¡Bien está San Pedro en Roma! Que allá se quede… y que Roma se quede en sí misma, por cierto. Y los brezos gloriosos de frutos y arbustos frondosos que recojen el cuajo de rocío en sus hojas… ¡libres quedan para seguir siendo misterio en su fresca sombra libre de este Sol de Justicia!

martes, septiembre 01, 2009

El uno y su repetición: la construcción de los sistemas a partir de la unidad. Arquitectura, ley y metafísica.



Arquitectura es, sí, el arte de la construcción. Pero no el mero arte de la fabricación de casas, tal y como podría resultar serlo la albañilería, sino el arte de la construcción a partir de un principio (entendido como origen rector), a partir de un arché que rige el desarrollo –de ahí archétectura, de la misma manera que archétipo- y Verdad de lo construido.

Si no hay ese origen rector no hay arquitectura… hay otra cosa. No es que nos preocupe la arquitectura aquí, ni que vayamos a dar pistas para que los nuevos arquitectos de hoy hagan otra arquitectura…, no; la cuestión nos vale como ejemplo… ya que en una de mis lecturas me encontré con un fragmento inestimable de filosofía que se me quedó muy grabado…

He aquí el fragmento, aunque sea, no lo dudo, un poco largo y aburrido de leer, no es menos significativo en todo lo que dice: de Descartes en el Discurso del método, segunda parte. Utilizo la traducción de Risieri Frondozi, Ed. Alianza, 2006, p. 89-93.

«Encontrábame por entonces en Alemania, […], con toda la tranquilidad necesaria para entregarme por entero a mis pensamientos. Entre los cuales fue uno de los primeros el ocurrírseme considerar que muchas veces sucede que no hay tanta perfección en las obras compuestas de varios trozos y hechas por diferentes maestros como en aquellas en que uno solo ha trabajado. Se ve, en efecto, que los edificios que ha emprendido y acabado un solo arquitecto suelen ser más bellos y mejor ordenados que aquellos otros que varios han tratado de restaurar, sirviéndose de antiguos muros construidos para otros fines. Esas viejas ciudades que no fueron al principio sino aldeas y que con el transcurso del tiempo se convirtieron en grandes ciudades, están ordinariamente muy mal trazadas si las comparamos con esas plazas regulares que un ingeniero diseña a su gusto en una llanura; y, aunque considerando sus edificios uno por uno, encontrásemos a menudo en ellos tanto o más arte que en los de las ciudades nuevas, sin embargo, viendo cómo están dispuestos -aquí uno grande, allá uno pequeño- y cuán tortuosas y desiguales son por esta causa las calles, diríase que es más bien el azar, y no la voluntad de unos hombres provistos de razón, el que los ha dispuesto así. Y si se considera que en todo tiempo ha habido, sin embargo, funcionarios encargados de cuidar que los edificios particulares sirvan de ornato público, bien se comprenderá lo difícil que es hacer cabalmente las cosas cuando se trabaja sobre lo hecho por otros. Del mismo modo, imaginaba yo que esos pueblos que fueron en otro tiempo semisalvajes y se han ido civilizando poco a poco, estableciendo leyes a medida que a ellos les obligaba el malestar causado por los delitos y las querellas, no pueden estar tan bien constituidos como los que han observado las constituciones de un legislador prudente desde el momento en que se reunieron por primera vez. Por esto es muy cierto que el gobierno de la verdadera religión, cuyas ordenanzas fueron hechas por Dios, debe estar incomparablemente mejor arreglado que los de los demás. […] Y pensé asimismo que por haber sido todos nosotros niños antes de ser hombres y haber necesitado por largo tiempo que nos gobernasen nuestros apetitos y nuestros preceptores, con frecuencia contrarios unos a otros, y acaso no aconsejándonos, ni unos ni otros, siempre lo mejor, es casi imposible que nuestros juicios sean tan puros y sólidos como lo serían si desde el momento de nacer hubiéramos dispuesto por completo de nuestra razón y ella únicamente nos hubiera dirigido.

Es cierto que no vemos que se derriben todas las casas de una ciudad con el único propósito de reconstruirlas de otra manera y hacer más hermosas las calles; pero no menos cierto es que muchos particulares mandan echar abajo sus viviendas para reedificarlas, y aun vemos que a veces lo hacen obligados cuando hay el peligro de que la casa se caiga o cuando sus cimientos no son muy firmes.»

No hablemos del mal gusto de Descartes. Concentrémonos en otra cosa… en esa extraña relación entre lo Uno y los muchos, o lo que es lo mismo, entre la unidad y la multiplicidad:


(Esta vez nos concentraremos en tanto que consideremos al uno como un mero
aparato político y de conocimiento –en metafísica y política-, que el otro
campo, quiero decir, el uno y los números tendrá que ser tocado con más
detenimiento en otra ocasión distinta, ya que hay que estudiar con detenimiento
otros procesos del universo matemático de los que no me atrevería a abordar
ahora… más adelante)

Lo que dice Descartes está, aparentemente, lleno de sentido… Vemos esas cosas funcionar a diario, ¿no es cierto? Haciéndonos suponer que una cosa funciona mejor en tanto que tenga una cabeza visible, un líder, un Estado que someta el desorden de las multiplicidades a una armonía preestablecida.


(Un apéndice meramente significativo: obsérvense las ciudades de Brasilia, Barcelona, San
Petersburgo
, Puebla de
los Ángeles
, etc. cuya construcción tan artificial como geométrica es
francamente desasosegante y no veo por dónde ver en ellas más vida o más belleza
o más utilidad que entre las favelas, suburbios o chabolas que se instalan
siempre a las márgenes)

Incontables ocasiones se escucha, por anhelos ya prácticos ya armónicos, que una cosa cualquiera no puede llegar a buen puerto si no está comandada y regida por alguien: caudillos, líderes, arquitectos, da igual, la cosa está siempre enfocada desde lo múltiple de la cosa –lo que no se resiste a someterse al régimen del Uno y que en un estado (no natural, que me resisto a utilizar esa palabra por lo equívoca que resulta), pero sí descuidado, sin que hubiese nadie que se ocupara ni mandara sobre la cosa, parece tender a deshacerse en lo múltiple- para someterlo a lo Uno.

La arquitectura es un mero ejemplo… todas las ciencias y las artes parecen estar enfocadas a eso de Uno que hay detrás de su apariencia múltiple… Política, ciencia, matemáticas, metafísica… todo parece querer señalar y apuntar al Uno; válganos como guinda de lo dicho algunos textos aristotélicos sobre la ciencia primera


(Digo ‘ciencia primera’ y no metafísica por no asentar equívocos que se han
traído a través de la Historia de la Filosofía. Recordemos simplemente que
cuando
Andrónico
de Rodas
–editor del corups aristotélico- se topó con los apuntes del
estagirita allá por el s. II d. C. y se propuso la tarea de ordenarlos y
editarlos, al toparse con los libros que hoy se publican bajo el lema
‘Metafísica’ no tenía muy claro el tema del que trataban y mucho menos cómo
titular la materia que abordaban, y no tuvo más remedio que llamarlos: metá tá
phýsica
, o lo que es lo mismo ‘[los libros, lecciones o ciencia] que van después
de la Física’, ya que se encontraban en un volumen posterior a la edición de los
libros que trataban sobre la Naturaleza –o phýsis-… descripción bastante mala si
entendemos que Aristóteles siempre dijo que la filosofía primera tenía una
cierta prioridad y preeminencia de estudio sobre los estudios naturales; y que
en el fondo –como veremos en los textos-, muy probablemente cuando hablaba de
filosofía primera se refería específicamente a la Teología):

Recogemos tres pasajes significativos de los libros IV y VI que citamos en cada caso siguiendo la traducción de Tomás Calvo Martínez en la Ed. Gredos, Madrid, 1994:

i) «La expresión ‘algo que es’ se dice en muchos sentidos, pero en relación con una sola cosa y una sola naturaleza y no por mera homonimia, […] así también ‘algo que es’ se dice en muchos sentidos, pero en todos los casos en relación con un único principio: de unas cosas se dice que son por ser entidades, de otras por ser afecciones de la entidad, de otras por ser un proceso hacia la entidad […]. Y de ahí que, incluso de lo que no es, digamos que es "algo que no es"». (IV 2, 1003a 34ss)

ii) «Cabe plantearse la aporía de si la filosofía primera es acaso universal, o bien se ocupa de un género determinado y de una sola naturaleza […]. Así pues, si no existe ninguna otra entidad fuera de las físicamente constituidas, la física sería ciencia primera. Si, por el contrario, existe alguna entidad inmóvil, ésta será anterior, y filosofía primera, y será universal de este modo: por ser primera. Y le corresponderá estudiar lo que es, en tanto que algo es, y qué-es, y los atributos que le pertenecen en tanto que algo es.» (VI 1, 1026a 22ss)

iii) «…hay que decir, en primer lugar, sobre ‘lo que es’ accidentalmente que no es posible estudio alguno acerca de ello. He aquí una prueba: ninguna ciencia –ni práctica, ni productiva, ni teórica- lo tiene en cuenta. En efecto, el que hace una casa no hace todas aquellas cosas que accidentalmente suceden con la casa ya terminada (estas cosas son, desde luego, infinitas: y es que nada impide que, terminada ya, a unos les resulte agradable y a otros peligrosa y a otros provechosa, y que resulte, por así decirlo, distinta de cuanto existe; nada de lo cual es producido por el arte de construir)…» (VI 2, 1026b 2ss)


(Antes que nada, como mero glosario, porque aquí partimos de la base de que los
estudios de filosofía son inútiles en la medida en que sólo se tomen como meros
catálogos históricos y sólo tienen un poquitín de utilidad en la medida en que
sean entendidos y utilizados para deshacer la Realidad; entidad la traduce Calvo
Martínez del término griego ousía que tradicionalmente solía traducirse por
sustancia en el vocabulario escolástico y que es definido según el propio
Aristóteles (Met. V 8): «el sujeto último que ya no se predica de otra cosa». Y
aunque no sé si esto valga para aclarar el término, se puede acudir al capítulo
citado (V 8) para comprobar la polisemia del término y acotarlo según se pueda.)

Sin embargo, y aunque aquí nos podríamos entretener muy mucho hablando de las tonterías de conceptos y definiciones de los términos peripatéticos, lo importante es ver cómo en estos tres textos todo apunta hacia el Uno. Primero en i habla sobre cómo toda la polisemia de ‘lo que es’ que se puede hasta predicar de ‘lo que no es’, está siempre apuntando hacia un Uno: esto quiere decir, que todo aquello que sea en realidad es por virtud de un único significado –no me atrevo a decir sustancia o entidad (que eso sería ya mandarlo del todo al plano de la teología), pero veremos como ello parece indicarlo-. Y ese significado tiene que ser Uno en la medida que está acotado (encontrar ese significado será, muy claramente, la tarea de la filosofía primera): esto es, en resumidas cuentas, que lo que hay de múltiple en lo que es está dado por una sola cosa.

En ii el problema ya sale del mero ámbito del hablar y llega a suponer la existencia, sí, de una entidad –una sustancia- que sea propiamente inmóvil y anterior a las cosas múltiples –esto es Dios, claro está-, lo que ha llevado a este pasaje a ser uno de los más problemáticos de todo el corpus aristotélico: ya que parece decir, sin mayor empacho, que la filosofía primera lo que tiene que hacer es buscar a Dios –como bien ya lo decía la canción- y que no hay una metafísica que no sea propiamente una teología.


(Sobre estos problemitas –no poco desdeñables- se puede consultar los trabajos
de Owen, Merlan o Jeager, para ver de qué manera los especialistas se han pegado
de tortas, los unos para intentar salvaguardar al Aristóteles científico y
positivo, enemigo de los presupuestos platónicos; y los otros por señalar en el
estagirita la gran reforma del pensamiento platónico que culminó en el
neoplatonismo plotiniano)

Y finalmente en iii encontramos el colofón, lo que cierra el razonamiento: sobre lo demás –es decir, sobre lo que no apunta hacia el Uno- no cabe forma alguna de ciencia. Ya que la ciencia siempre trata de lo que es Uno –de la misma manera que el zapatero, necesariamente tiene que contemplar al ‘zapato’ (a la Idea del zapato o ‘zapatidad’, si se me permite el palabro) para realizar su arte-… y aquello que no esté ordenado hacia ese Uno, será necesariamente misterioso e impredecible… y si se dice que es, es por mero reflejo, como el espejo último de la materia… allá donde Plotino decía que el reflejo de la Luz de el Uno-Divino que colinda con el no-ser y sólo puede alcanzar su redención en la medida en que contemple la irradiación profunda del Uno incognoscible.

Esto es: que lo que hay y lo que pasa –lo accidental, lo azaroso de la construcción de las calles, lo impredecible del apetito, lo misterioso del amor- es imposible de someter a ciencia, imposible de someterlo si no lo hacemos parte de ese Uno rector (de Dios, Estado, Necesidad, principio de No-contradicción, Dinero, Individuo, Voluntad, Alma, etc. da igual el nombre y sus características), y si no sometemos la multiplicidad a la Unidad.

Sin embargo queda un problema… queda algo que bien nos hace mirar Aristóteles de la siguiente manera, cuando en la Política, criticando las medidas platónicas respecto de las ciudades (ante todo y sobre todo la comunidad de hijos y mujeres Rep. V, 464d, como medida de someter la multiplicidad de la ciudad a una forma de unidad,) dice en el libro II, 1261a 15ss: (uso la trad. Manuela García Valdés, Ed. Gredos, Madrid, 1994)

«Sin embargo, es evidente que al avanzar en este sentido y hacerse más unitaria, ya no será ciudad. Pues la ciudad es por su naturaleza una cierta pluralidad, y al hacerse más una, de ciudad se convertirá en casa, y de casa en hombre, ya que podríamos afirmar que la casa es más unitaria que la ciudad y el individuo más que la casa. De modo que aunque alguien fuera capaz de hacer esto, no debería hacerlo, porque destruiría la ciudad.

Y no sólo la ciudad está compuesta de una pluralidad de hombres, sino que también difieren de modo específico. […] Unos gobiernan y otros son gobernados alternativamente, como si se transformaran en otros. Y del mismo modo entre los que mandan; unos ejercen unos cargos y otros, otros. Por lo tanto, de todo esto es claro que la ciudad no es tan unitaria por naturaleza, como algunos dicen, y que lo que llaman el mayor bien en las ciudades, las destruye. Sin embargo, el bien de cada cosa la salva.»

Con esto es suficiente. Naturalmente ocurre de nuevo con Aristóteles lo que ya hemos señalado con otros filosofantes… que después de parir un razonamiento maravilloso, acaba echándolo por tierra al convertirlo en Idea… esto es, que primero crítica y dice NO al modelo platónico –ya que la comunidad de hijos y mujeres lo único que pretendía era dar más unidad a la ciudad (esto es, encaminarla desde su multiplicidad hacia lo uno)-, aunque luego acaba hablando de eso que llama pluralidad y lo manda todo al traste.

Y esto era con lo que quería acabar… con lo que nos lleva el paso de nuestro razonamiento de la negación del Uno: a saber, que si no hay Uno tampoco puede haber Multiplicidad (por lo menos entendida como una serie de unidades que convivan de tal o cual modo). Si negamos al Uno, en realidad estamos negando el substrato sobre la que se asienta la Pluralidad –en otras palabras, si en aritmética decimos que no hay unidad, no podrá haber acaso ni dos ni tres ni cuatro ni toda la serie de los números naturales que sólo se pueden construir a partir de la unidad.

Cuando llegamos a este punto la cosa puede parecerle a alguno trágica: está bien que neguemos al Padre-Uno-Tirano… pero ¿negar la díada múltiple y plural?

Cuando negamos la Unidad –sea de la ciudad, de las leyes, de los estados, de la arquitectura o de lo que sea-, pero pretendemos mantener esa pluralidad que sigue regida por la unidad, esto es que se enaltece la diferencia específica entre los individuos, familias, religiones, partidos políticos, naciones o folclores de tradiciones, entonces la negación del Uno no sirve para nada. Es en este ensueño de la negación del Padre en el que vivimos –los que tengamos la desdicha de padecer estos regímenes democráticos-; que negando el totalitarismo se piensa que la pluralidad ingente –producciones industriales de pluralidades: géneros sexuales, modas, consumo, partidos políticos, quehaceres, modas, pasatiempos, corrientes artísticas alternativas, etc.- en algo se está combatiendo al Padre-Uno




(y aunque con justa razón podamos dudar de que algo de eso se esté haciendo en
tanto que lo que siempre opera por debajo de todos es el poderoso caballero Don
Dinero
y que no hay corriente artística que valga, ni realidad política que
salte a la palestra, ni moda alguna que se pueda decir que exista en la
pluralidad de las formas si no está por Él Todopoderoso apadrinada),

pero aunque fuese cierto, no tendríamos menos que decir que estas formas unitarias de lo múltiple es exactamente lo mismo: una cierta multiplicidad que está siempre contemplando a Dios… a su propia verdad.

Por ello lo verdaderamente opuesto al Uno no es la pluralidad ni la multiplicidad, ni siquiera el azar o la construcción deliberadamente horrible de nuestras ciudades –por llevarle la contra al buen Descartes. No. Lo único que puede hacer frente a esa mentira del Uno es la negación de que las cosas sean las que son –ya que si fueran tendrían que ser en virtud de algo que es Uno-, y de ahí partir a quién sabe dónde.

Desde hace ya tiempo que no veo en esto ninguna forma de angustia –tal y como alguno pudiera pensar… habrá que profundizar más en desarraigar el principio de no-contradicción-; ni mucho menos creo yo que si se niega tanto al Uno como a la díada (o multiplicidad) nos quedemos con la Nada. Ni mucho menos –digamos, aunque será un tema que tendremos que abordar en otra ocasión, que ‘la nada’ no puede surgir ante la negación auténtica de lo Uno, ya que ‘la Nada’ es una parte fundamental para la existencia misma del ‘ser’ (ya abordaremos estos temas cuando nos acerquemos a Meliso de Samos, un presocrático apasionante)-… sino que lo que nos queda es otra cosa, es la negación misma del ser de la cosa: lo que le permite, naturalmente, que florezca desde su misterio sin tener que mirar a ningún Dios para poder generarse y haberla.

Porque, como dicen los galleguiños: las cosas sin el ser –lo mismo que las brujas y las santas compañas- haberlas hailas. Flores y perros por igual, creciendo a ritmo de quién sabe que misterio –que ni es uno ni es muchos, porque siendo muchos serían unos y siendo uno serían el principio de los muchos-, sino que es algo… algo que bulle ahí y que se alza de hombros y parpadea...