jueves, enero 22, 2009

«Yo mismo», un caso de cosa


Vámonos haciendo espirales, ¿les parece? Quiero decir que no cometeremos aquí la torpeza de creer que se puede seguir hablando y profundizando en las definiciones del tema Realidad hasta agotarlo, porque, como ya se imaginarán, la cosa de las cosas no se deja agotar, ni estas maquinitas no se pertrechan para empresas tan magníficas ni gloriosas (que ya se verían ellos atacando a gran escala, como reemplazadoras de la Realidad misma), y todo ello sin contar la manera en que aburrimos al personal. Así que, posponiendo la seguridad de tener que habérnoslas con Ella de formas más directas, hablemos de otra cosa.

(Aunque decir 'otra cosa' es inexacto, porque ya con ser 'cosa' (res), ya se está hablando de Ella, aunque ni la nombremos ni nos haga falta hacerlo, que para eso sabemos que estar contra la 'cosa' es estar ya contra la Realidad y seguir en estas batallitas)

Y en fin, de lo que quería hablar era de usted y de mí... de cualquiera que sea uno y que, siendo uno, no podrá evitar ser un caso de cosa. Una cosa entre las demás. El asunto tiene su importancia. Ya en su momento dije que estos artefactos no eran -ni mucho menos- para que los usara alguien. No se trata de esa rancia pelea por las 'libertades individuales' (que ya me dirá usted como una palabra caza con la otra). No. Las máquinas tienen que estar también para atacarnos a nosotros en la medida en que también seamos parte de la Realidad, y nosotros, en la medida en que somos personas, sujetos, 'yoes', etc. somos parte de Ella, y aún, creo yo, uno de los pilares más importantes en los que se sostiene.

¿Por qué, entonces, íbamos a nosotros a merecer otro trato? Si somos un caso de cosa, sin duda, una cosa que usa una máquina sólo la puede utilizar para seguir creando más y más cosas, es decir, más y más Realidad. Si maldecimos el contorno de la piedra, la separación del pájaro y la rosa, el límite del triángulo, la medida de la escuadra, ¿por qué no íbamos
a maldecir el contorno de nuestra alma, el perfil de nuestro 'yo', y hasta la separación y terminación de la piel de uno y de otro?

Aunque ya veo a más de uno que esto le provoca problemas. Al fin y al cabo, una de las oraciones de la Realidad, dice otra cosa sobre nosotros. Dice: uno es uno e indivisible, por eso se llaman individuos, y si uno es uno sólo puede ser un 'sujeto', pero nunca una cosa, nunca un objeto, nunca parte de la Realidad, sino la parte percipiente -que percibe- la Realidad del Mundo. ¿Cómo entonces es que somos una cosa entre las cosas?

Citamos, antes que nada, a don Agustín García Calvo (por no romper con la costumbre), hablando de los objetos de la psicología, ('El Yo que no soy yo', Contra la Realidad, Zamora, 2002, p.197):

Como os advertí antes, el termino en sí, este objeto de la psicología dicho como 'alma', es una cosa anticuada, suena muy mal (para algo las ciencias progresan), pero, a cambio de ello, se han desarrollado otros como es 'la persona', 'la personalidad' y todos los demás nombres de los mecanismos anímicos a los que estás de sobra acostumbrados. Y, en último término, con ayuda, a iniciativa de filósofos y, después, del propio psicoanálisis, se inventó el yo, que es la manera más hábil y directa de dar el cambiazo: en lugar de 'mí' está 'el yo'.

No sólo está 'el yo', sino que, si me descuido, está 'mi yo' y 'tu yo', es decir, meros disimulos para evitar decir 'alma', para evitar decir 'mi alma' y 'tu alma'; es decir, disimulos porque, en definitiva, con sólo el truco ese de sustantivarlo y poner un artículo ("el yo" o "mi yo" o "tu yo") ya se le está convirtiendo en una realidad: en una realidad que no era cuando estaba vivo. Una realidad que yo no era cuando estaba vivo. Vuelvo con esto al título: que el yo no soy yo.

Aunque, bueno, aquí vamos a detenernos, sobre todo, en la manera en que uno se hace cosa, y no ya tanto -que en otra ocasión podríamos hablar- como se puede seguir usando 'yo' sin convertirlo en cosa -es decir, como puede que aún uno pueda seguir medio vivo, a pesar de todo-.

Y ya entrando en detalle, como decía el otro, no hay uno sin dos, ni dos sin tres. Y así es como se nos hace ya imposible vernos a nosotros solitos, o por lo menos no sin darnos cuenta que tiene que haber otro por ahí que nos esté mirando y rondándome por la mente.


Mejor; que en estas falcedades -y necedades- de la Realidad, que sólo pueden parecer verdad a fuerza de repetirse cual letrilla de jardín de infancia, de que uno tenga su 'yo' o de que, en resumidas cuentas, uno sea uno, se ve claramente como falsos con el sólo hecho de pensarlas y seguirlas.

No vamos a entrar en esos detalles -muy válidos, por otra parte- de preguntar: ¿Dónde está 'mi yo' dentro del cuerpo? Ni de: ¿cómo se construye 'mi yo'? (Y fijarse que ya con el sólo hecho de enunciar la pregunta ya nos tenemos que dividir en dos, 1) que lo tiene que haber, porque así lo dice la ciencias y sus psicologías, y 2) el que duda, que no sabe localizar al primero). Ya las doctas teorías de los neurólogos sabrán apañarselas con esas mentiras, intentando a la desesperada, hacerlas pasar como verdades.

Uno sólo tiene que darse a la tarea de saber y enunciar esa mentira de la Realidad y dejarse rodar por el razonamiento. Y así decimos: Hay uno -que soy yo- que es único y está viviendo y percibiendo el mundo. Y para no meternos con cuantificadores existenciales, si lo quisieramos traducir a la lógica de enunciados sería algo como:

U→M

Donde, U es uno y M es el mundo. Pero ya el sólo hecho de decirlo nos tiene que estar revelando que por lo menos tiene que existir otro que esté, a su vez, viendo a ese uno que está en el mundo. Y se sigue que: Hay otro que ve y puede enunciar que 'hay uno -que soy yo- que es único y está viviendo y percibiendo el mundo.' Que se diría algo así como:

O→(U→M)

Y ese otro ya no puede ser ese uno que soy yo, ¿o sí? Y si en eso se resolviera todo, la cosa no sería tan grave, pero ya el hecho de darme cuenta que esta cosa tan rara ocurre, me está indicando que tiene que haber por ahí un tercero que este viendo todo el tinglado montado, y al que la duda lo acosa, de no saber si es uno u otro, si el que está en el mundo o el que ve al que está en el mundo, por tanto la cosa termina así:

T→(O→(U→M))

Y ya me dirán ustedes cual 'yo' es el verdadero, si la persona que escribe bien se identifica con todos. Lo que es claro es que el que está en el mundo, el que lo ve y el que ve a estos dos últimos, no pueden ser uno y el mismo al mismo tiempo.

Y ya ustedes que habrían de estar percibiendo un malestar con esto de que haya tantos yoes y tues, deben de estar haciéndose una idea de cómo la Realidad -como la Máquina de máquinas que es- se las apaña para que estos absurdos (que se siguen del honesto razonar de sus proposiciones) no ocurran muy a menudo.

Y lo que hace es suspender el juicio llegando a un momento dado. Y simple y sencillamente se detiene en el Otro, pero siempre y cuando este no se vea... Y dice algo así como:
Hay uno -que soy yo- que es único y está viviendo y percibiendo el mundo. Agregando al hecho, un pequeño corolario que dice algo así como: Y el que lo ve es justamente el mismo a través de una propiedad de reflexividad. Y así mantiene en secreto a ese Otro que lo enuncia:

o → [(U→M)↔(U→M)]

Que la o minúscula, está por ese otro que lo enuncia, pero que no se ve. Pues en el hecho de detenerse encuentra todo su sentido y su razón la Realidad. Puesto que si nadie se pone a ver que hace ese Otro ya no puede ser que vara a decir que sea un enunciado, ya no es lenguaje, sino que es la suma o la conclusión de una Verdad regida por las otras dos premisas solas, es decir, una cosa que se desprende del hecho de que haya uno que anda por el mundo. Y al no ser ya lenguaje la oración entera, ya no puede pasar por un enunciado que viene de mí y por tanto no puede ser yo. Y siendo siempre de Otro ya nos llega como la palabra de la Realidad (o Palabra de Dios, que viene a ser lo mismo). Tanto así que tampoco hay empacho en concebir -en uno mismo, porque al fin y al cabo, alguien tiene que hacer carne la lógica- un enunciado que diga: Hay individuos varios que están por el mundo, es decir:

({U1, U2, U3,… Un}→M)

sin que ya este Otro se deje ver (aunque dejamos los paréntesis para que quede constancia que es un enunciado y tiene que haber alguien que lo esté diciendo) y así desde las sombras ese Otro sostenga lo absurdo de que todas las proposiciones de la Realidad (aún a diferentes niveles de conocimiento
-por diferentes niveles me refiero a:
1. Veo una mesa.
2. Percibo que veo una mesa.
3. Veo que percibo que veo una mesa.
Que estos niveles sean sin fin o no, no lo he pensado aún así que no me atrevo a pronunciarlo así a secas, pero por lo menos estos tres seguro que están-)
tengan que pasar por mi boca, mi conciencia, mi hablar, etc. para poder estar presentes y figurar, ya en los libros de ciencia, psicología o constituciones estatales.

Y así ese Otro que habla -que también soy yo, pero nadie quiere que me de cuenta- y que dice que eres 'uno viviendo en el mundo', se convierte en Dios, en ese que habla, actúa, piensa, etc. sin ser visto... Que su condición primera para ser Dios es justamente esa: perderse en la tiniebla de la negatividad. ¿No decía ya en el Pseudo-Dionisio que la mejor manera de encontrar a Dios era negando todos los predicados que estrictamente no podían aplicarsele, y así llegar a la Tiniebla esencial? Y ya tenemos que Dios es algo así como el vacío o la nada: natura quae nec creat nec creatur, como diría Eriúgena... y que sin embargo Habla.

No cabe duda: esta maquinita que tenemos servirá para dejar que los razonamientos caminen y se les deje correr libres y no se les detenga a fuerza de axiomas ni dogmas -ni por supuesto, teorías sacadas de la manga de cualquiera: puesto que eso de la reflexividad implicaría tener, algo así como un espejo, en donde el 'yo' se revele a sí mismo y ello me parece tan misterioso y tan inexplicable como el dogma de la Santísima Trinidad-... Ya veo que con el sólo rodar del razonar ya se cae esa mentira que alguno tendría como verdad: esa de que uno es uno.

Y en cuanto a la cátedra a seguir, por lo menos hasta que volvamos sobre estos temas de usted y yo y de cualquier otro que tenga la desgracia de haber venido al mundo como sujeto y que es su 'sí mismo', yo me quedo con Víctor Jara.


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