jueves, diciembre 15, 2011

Democracia: Ciudadanos v.s. pueblo

Que se queden con ese palabro tan feo y tan asquerosito, me refiero a eso de ciudadanos. Que se lo queden.

Parece que se a adoptado este nuevo palabro tan mediatizado por los mandamases en sus discursos para diferenciar al "ciudadano" del "pueblo". Ah, qué operación tan macabra. Porque claro: pueblo es cualquiera y es nadie. Pueblo es lo de abajo, lo rebelde, lo que no se puede dominar ni contar, ni dividir, ni dirigir, ni gobernar.

En cambio, el ciudadano... A ese pelele se le gobierna con el dedito, con cuatro pastiches de basura que se le ofrecen a cambio de un voto simbólico y la entrega de la soberanía (Uy, perdonen la pedrada de decir "soberanía" y no decir qué pienso que no es, pero ya habrá otros días o eso creo). El ciudadano es un mierda, porque esa es su condición primera: la de ser el depositario ontológico del miedo al quehacer político, de ser el mezquino resultado de un pastiche capitalista, un individuo económico, un engrane en el sistema.

A eso han reducido al pueblo: a la llamada "participación ciudadana" a que voten, a que consuman, a que paguen sus impuestos y que como un grado desefrenado de la loquera liberalista y magnánima de su gobierno, se les permita, de vez en cuando, que salgan con sus pancarititas a la calle a pedirle, como una malquerida esposa le suplica a su todopotente esposo, que no le gusta aquello, que quiere más de esto, que por favor le deje más para los gastos.

El ciudadano no puede ser más que reaccionario contra el pueblo. ¡Eso es lo macabro del sistema democrático! Que funciona en la medida en que convierte al pueblo -a la masa de gente sin mayor particularidad que la de estar por ahí vagando y hablando- en personas con apellidos, con credenciales de identificacion, cuentas de nómina, carritos a su nombre, historial crediticio, etc., y la tiranía ya está levantada por sus propios súbidtos.

¿O qué? ¿Nunca se han sorprendido a sí mismos temerosos de que la Bolsa de Valores se desplome a pesar de no tener ninguna clase de inversión en el mercado? ¿O al vecino que se congratula de que a los estudiantes que se manifiestan les van a dar duro con la cachiporra en la cabeza? ¿O el trabajador que aplaude las disoluciones de las huelgas?

Sí, es un espectáculo tristísimo. El hecho de haber reducido la política a la economía. La ciudad a la casa. La pólis -política- a la oikós -la casa-. La política es del pueblo. La economía es para los individuos... o ciudadanos, que para el caso es lo mismo.

No sean ciudadanos, no sean dóciles. Hay que hablar públicamente siempre en cuanto docto, como diría Kant. O, quitándo jerga, hay que hablar como si uno no fuese uno, sino otro, como si fuera cualquiera y nadie.

Porque el pueblo no puede tener autos o defender sus gasolineras o sus careteras. Todo ciudadano es reaccionario y quiere aplastar al pueblo por esas raquíticas conseciones que la Realidad y sus Estados otorgan a quienes cooperan con él.

Evidentemente esto que comento en general es por lo que se vivió en particular en Ayotzinapa. Que el hecho es delesznable e indescriptible es algo que a duras penas se puede expresar. Pero el hecho de que mucha ciudadanía a tu alrededor empieza explicarse con cosas como "Pues sí, matar está mal, pero...", "Deberían estar estudiando", "Es vandalismo y terrorismo...", "La violencia engendra violencia, ¿qué esperaban?", "Hay medios pacíficos para la expresión..." y un largo y penoso ecétera.

He ahí la transformación de pueblo en masa, de gente en ciudadanos, de ojos en rating televisivo, de palabra en consigna, de razón en idea: la fusión del gobierno y el gobernado en uno sólo: La democracia. Este régimen que hasta hoy seguimos padeciendo.


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