Ahora que ya nos hemos, usted y yo, embarcado en esta extraña tarea que es hablar contra la Realidad, ya se nos hace patente que se nos presentarán muchas y muy variadas complicaciones, antes siquiera de empezar a hablar contra ella. Al fin y al cabo, en este rodar de los discursos sobre ella, ya hay muchas y muy variadas trampas, pasos al límite, axiomas, principios, etc. que nos obligan a retrasar la salida y a detenernos constantemente a revisar qué estamos diciendo contra ella... (como por ejemplo, ¿quién habla en contra de la realidad?, ¿la negación ya comporta una afirmación?, ¿qué es la Realidad?, etc.), para ello nos detendremos tanto como sea necesario antes de denunciarla...
Por lo que respecta a la negación: hay que hacer ciertas aclaraciones respecto de cómo negar la realidad. El motivo es bien sencillo; que antes del hablar, de la negación de la cosa, ya se nos presuponen ciertas reglas -de índole puramente 'Real'- que pretenden hacernos algunas jugarretas con la negación y la afirmación y sus respectivas consecuencias. Me refiero, en particular, a los principios de la lógica: Principio de No-contradicción (a saber: que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo) y el Principio del Tercio excluso (a saber: que una cosa dicha -es decir, siguiendo el modelo de 'decir' como un enunciado declarativo-, o es falso o es verdadero; de lo que se sigue que si es verdadero no puede ser falso y si es falso, es verdadero en algún sentido). Y que en palabras más simples viene simplemente a significar que: cada vez que se niega algo, se está afirmando otra cosa por lo bajo.
Por lo que respecta a la negación: hay que hacer ciertas aclaraciones respecto de cómo negar la realidad. El motivo es bien sencillo; que antes del hablar, de la negación de la cosa, ya se nos presuponen ciertas reglas -de índole puramente 'Real'- que pretenden hacernos algunas jugarretas con la negación y la afirmación y sus respectivas consecuencias. Me refiero, en particular, a los principios de la lógica: Principio de No-contradicción (a saber: que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo) y el Principio del Tercio excluso (a saber: que una cosa dicha -es decir, siguiendo el modelo de 'decir' como un enunciado declarativo-, o es falso o es verdadero; de lo que se sigue que si es verdadero no puede ser falso y si es falso, es verdadero en algún sentido). Y que en palabras más simples viene simplemente a significar que: cada vez que se niega algo, se está afirmando otra cosa por lo bajo.
Y dado que ya se dijo que estas máquinas contra la realidad no están para reformarla, perfeccionarla, criticarla y reemplazarla (ya que eso es seguir 'haciendo' la realidad) habría que deternos para explicar de qué manera es que esa negación actúa para que no se produzcan más realidades. Así que, para quien pretenda decir que ir contra la realidad es el principio de lo que comunmente se conoce como "idealismo" le valdrá este pequeño manual sobre la negación y las maneras de decir de la Realidad.
Para ello nos valdremos de la explicación de Agustín García Calvo (puesto que no aspiro a poder superarlo en claridad, consición y cristalina siplicidad y netitud a la ora de ponerlo por escrito), de sus Lecturas Presocráticas I, ed. Lucina, 1981 [2001], prf. 90, p. 68-69.
Mas querría que no olvidáras un momento desde ahora que la negación tiene dos modos contrapuestos de ejercerse: si se dice "La Quimera no tiene ojos de gato", en el tono y con el sentido de decir
lo único que tal acción intenta es que el NO rompa el efecto de la prediccación previa, o que se da por hecha, "La Quimera tiene ojos de gato", y tal acción negativa podría glosarse con otras como "No es verdad que", "Nunca debió decirse qué", "No hay derecho ni fundamento para decir que", "No se sabe que la Quimera tenga ojos de gato"; pero siempre el Poder está empujando a que la negación se inserte o se incluya en el curso de la predicación, y que, aparentemente la misma, "La Quimera no tiene ojos de gato", se diga y oiga en el sentido de
con un verbo, por así decir, "no-tiene", esto es, "carece de", que impone sobre la Quimera una determinación, si no tan positiva, positiva igual que la de tener ojos de gato.Y así mismo, si se dice no hay quimeras como
ello no implica sino ello mismo, es decir que no es verdad (en el sentido, por cierto, de
que haya Quimeras, por más que constanemente el Poder insita en que ello automáticamente se entienda como
en el sentido de que sea verdad que no hay Quimeras, cosa que, por el hecho de que no sea verdad que haya Quimeras no tiene por qué ser verdad.
Este delicado y suncito resúmen que hace Calvo debe servirnos de metodología para el uso de las máquinas. Y así cada vez que digamos: "No hay ser", no querra decir: "Es verdad que no hay ser" -porque, para el caso, el concepto de la Verdad y el Ser se están tan entremezclados el uno con el otro, que, este último enunciado, se podría glosar con la contradicción: "El ser de las cosas es que no hay ser"-. Ello quiere decir que cuando se niegue la Realidad no estaremos (por más que así se intente siempre y se haga siempre ese amago tramposo de recomponer la Realidad) afirmando ninguna otra Realidad, ni más arriba ni más abajo de la que ya hay y nos pesa sobre los lomos. Así que quitemos de enmedio esas connotaciones ontó-logico-lógicas.
Que siendo lo más resumidos posibles se dirá: Que no vamos aquí a seguir predicando de la Realidad, a seguir contándola y liando Sujeto con Predicado, sino desliando, desatando y viendo de que manera el uno con el otro no pueden cazar como quiere que haga la ciencia.
Porque, y ahora que ya hemos entrado en el tema, tenemos que suponer -y esta es otra indicación de Calvo- que si queremos hacer algo así como un estudio de lo que hay, no debemos suponer siquiera esas directrices escolares de que "lo que es, es y lo que no es, no es", por lo menos debemos conceder a esto que hay en el mundo el beneficio de no saber de antemano de qué se trate, ni aún siquiera de suponer su estructura lógica. Y ante ello, reeinscribirnos en la intención de que hay que deshacerse de la Realidad, más que contribuir a perfeccionarla.
Queda, por lo pronto qué sea eso de "hablar de la realidad" no puede ser cualquier cosa, ni cualquier hablar. Sino, ya lo decía Aristóteles, un particular hablar en que incluye a todas las oraciones predicativas (declarativas, o "de decir"), que se componen con la cópula simple de Sujeto-Predicado. Ante ellas, como afriman los lógicos, cabe decir si son verdaderas o falsas, si son o no son, si dan cuenta de lo que hay o no lo hacen. Esto no es algo que incumba sólo a los lógicos, ya se sabe, sino que de ello dependen las proposiciones de toda la ciencia entera, desde las especulaciones de la física y la matemática, hasta los malabares de la psicología, la teología y la metafísica. No nos ocuparemos aquí, ni mucho menos, de resolverlos, sino de desenmascararlos.
Hay que decir, ante todo una cosa obvia: que el mundo está mudo. Este descubrimiento, que tiene que serlo para cualquiera que se dedique a investigar con sinceridad a lo que hay, tiene que parecerle esto un golpe terrible. Pese a Wittgenstein (que pretende que la estructura lógica del mundo y los hechos del mundo se den de una manera idéntica) y a los griegos que decían con don Parménides (DK 2, 3 y 6, seguímos la versión de García Calvo en las Lecturas presocráticas I ya citadas, v. 42-46, p. 199-200):
pues ni podrás lo que no es conocer (que es vano el intento)
ni en ello pensar. Pues es concebirlo lo mismo que serlo.
Ser debe el decir y saber siendo algo: pues cabe así serlo;
mas, sin ser algo, no cabe; lo cual meditar te aconsejo.
ni en ello pensar. Pues es concebirlo lo mismo que serlo.
Ser debe el decir y saber siendo algo: pues cabe así serlo;
mas, sin ser algo, no cabe; lo cual meditar te aconsejo.
Y si de esa mudez partimos, contra Parménides y los hacedores de Realidad, no puede menos que apercibirnos que todo lo que se ha dicho de lo que hay, y que por lo pronto tiene un peso jurídico y político enorme, es tan falso y tan horriblemente castrante como lo que más. Porque es importante decir cómo es que "concebirlo" no puede ser lo mismo que serlo (autó noeîn estín te kaì eînai) para descubir de qué manera las cosas hablan y de qué manera están mudas.
Ahora bien, los nombres nos sobran y ya algunos, porque alguno, llevandose las manos a la cabeza, dirá: "¡Nihilismo militante!" Pero esto es parte de la trampa que ya venimos diciendo (porque, ya dice el mismo principio de no-contradicción -y sus corolarios- que si estamos contra la Realidad -y la Realidad es todo lo que hay- pues con la nada nos habríamos de quedar), porque si bien decimos que el mundo está en silencio -y no en silencio del todo, sino que lo que particularmente, pertinaz y obsecado, calla es justamente esas oraciones declarativas de las que Aristóteles dervió sus teorías del silogismo y que componen las oraciones de la ciencia-; hay mundo y de eso no nos cabe duda. Las cosas están ahí, pero no son Verdad, porque la Verdad, tal y como se entiende tiene que tener ciertos atributos de los que quizá nos ocuparemos en otra ocación.
Para discutir esto acudamos a Ret Marut (posible seudónimo de B. Traven) que publicase un extraño tratado de Física/artimética/lógica titulado La destrucción de nuestro sistema del mundo por la curva de Mar allá por los veinte del siglo pasado. Citamos la traducción de Luis Andrés Bredlow, ed. Lucina, 2001, prf. 2, p. 17-18).
Los hechos no necesitan demostración. Los hechos no se pueden demostrar. Cuando un hecho necesita ser demostrado o cuando puede demostrarse, entonces yano es un hecho, sino una construcción; una construcción patentizada. La verdad es la verdad. No se puede introducir en la ecuación ningún otro concepto en lugar de la verdad que no sea el de la verdad misma. Y la verdad no necesita demostración (ni puede demostrarse), lo mismo que los hechos.
Lo único que puedo hacer es reconocer un hecho como hecho y tratar de hacerlo reconocible o, cuando menos, comprensible a otros hombres como tal hecho.
Así pues aunque las cosas no estén ahí predicando de sí mismas todos y cada uno de sus atributos verdaderos -y, según los lógicos, al momento de predicar las relaciones verdaderas, estarían (sin darse cuenta, las pobres cosas) predicando también sus relaciones falsas, o las relaciones que no se dan en ellas, como quien dice-; no negamos que la cosa está ahí y tiene su gracia y su alegría (¿quién es uno para negarlo?) cuando de veras se toca, se vive y se siente -aunque sin hacer demasiada división entre lo que se siente y lo que se piensa-; cosa que sin duda ocurre, siempre y cuando se pase por la consabida condición que ya nos dice Marut: que no se sepa, o que no se pueda demostrar, que para el caso es más o menos lo mismo.
Espero que ya se vea clara la intención de decir que lo que hay aquí -y habrá, si se deja la cosa meter en palabras y hacerse electrones que fluyan, etc.- no es un hablar de la Realidad que a la misma vez va produciendo y haciendo más Realidad a su paso; sino un hablar contra la Realidad que, por más que niegue y reniegue de ella, nunca estará por la labor de que su negación se vuelva afirmación, o lo que es lo mismo: que lo negado se se nos haga afirmación por el lado que los lógicos nos vienen diciendo.
Así estas máquinas funcionan para contar las mentiras -como mentrias, ya se sabe, que para contarlas como verdades tenemos a los poderes y sus instituciones- y jamás ellas se gloriarían de una cosa tan imposible como de decir la verdad y mucho menos de demostrarla.
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