No voy a venir a descubrir la rueda. Tener futuro es una frase que se dice así como quien no quiere la cosa como para ir descartando las cosas. Así hay amores, carreras, estudios, trabajos, quehaceres, negocios y hasta infantes y personas que ‘tienen futuro’.
Y a veces, gracias a quien sabe que hado malcriado, me ocurre eso de quedarme anclado en el asombro de la pura frase –y pareciera que los que nos dedicamos a estudiar estas cosas y ha darles vuelta, parece que somos los más torpes, en vez de los más sabihondos-… «Tener futuro».
Y en ese especie de colguije gramático me quedé: ¿Cómo demonios, si alguien es tan amable de explicármelo, puede una cosa, sea la que sea, tener futuro? ¡Como si el futuro fuera una cosa más entre las cosas que pudiéramos tener! ¿Puede usted tener y retener al futuro? Algo que justamente se caracteriza por su nota principal de no haber pasado, es decir, de no estar en ningún lado, de no haber ocurrido… ¿Cómo entonces, alguien o algo, lo iban a tener?
Sin embargo, más allá de la corrección gramatical o no de la cosa –ya que hace del futuro una cosa que se tiene, naturalmente, en presente-, está claro que la idea va por otros derroteros, y habrá quién juzgue que los errorzuelos de este tipo –que a mí se me antojan de sobra reveladores-, les parezcan meras averiguaciones de ociosos. Pero que el ‘tener futuro’ de las cosas sigue tan claro para ellos como siempre…
Claro. Por ir más a lo seguro, hacia ya lo que tiene que ver con las ciencias y las cosas, podemos, por no perder la costumbre, remitir a Aristóteles en el libro IX de la Metafísica, en donde trata de cuestiones sobre la potencia y el acto, es decir, sobre las cosas que pueden estar de alguna manera latentes en las cosas y que a través del cambio vienen a realizarse. En ese sentido se diría que una semilla, p. e., TIENE la potencia de ser un árbol. Es decir, tiene un futuro. Sin embargo, no sé por qué esta noción de FUTURO que se trae esta formulita no acaba de cuadrarme del todo.
Es muy sencillo: el propio estragirita admite que el tema de la Potencia y el Acto no tiene únicamente que ver con el movimiento, es decir, con el tiempo. El paso de la Potencia al Acto tiene una relación directa con lo que el macedonio llamó ousía o entidad o sustancia… es decir, con la cosa en sí misma, con el sujeto de predicación. Por tanto, no tiene tanto que ver con el tiempo futuro más que de manera material, puesto que lo que está ocurriéndole a la semilla al volverse árbol, no es pasar de lo conocido a lo desconocido –nota primera y necesaria del futuro, ya que si no ha pasado, es imposible que lo conozcamos-, sino pasar de lo conocido de la semilla a otra cosa aún más original y natural en la semilla: su devenir en árbol. Al devenir la semilla en árbol, más que ir hacia un futuro, ha volteado sobre sí misma para recabar su originalidad impresa en su ser desde siempre.
Así las cosas que tienen futuro no van hacia adelante… no hacen nada… porque ese TENER FUTURO, no es otra cosa que el volver sobre sí mismo para cumplir el mandato más caduco, añejo y simplón de ser lo que estaba destinado a ser: los novios que tengan futuro, no son más que marido y mujer en potencia; o un trabajador con perspectivas, ha sido un jefe desde siempre y no lo sabe… el tiempo que pase entre que lo descubre y no lo descubre, puede ser llamado ‘pasado, presente y futuro’, pero sólo se trata de un trance desagradable en el ir de vuelta a lo que ya estaba hecho desde siempre, a lo que ya se sabía desde siempre que tenía que pasar.
Luego, no sólo gramaticalmente la frase es un galimatías, sino semánticamente es un trampantojo. Fundamentalmente por el error básico y bastante conveniente a la Realidad que aquí intentamos combatir, de suponer que sabemos los que es el futuro. Cuando el futuro es justamente lo que no podemos saber. Lo que no está ahí para que lo sepamos. Hacer lo que ya está hecho, ir por donde ya estaba mandad ir, decir lo que ya estaba dicho.
Afortunadamente, nos cabe ese ligero consuelo, por lo general, a muchas de esas cosas que ‘tienen futuro’ les suele ocurrir que, por angas o mangas, durante ese espacio vacío en el que convierten el tiempo en la esperada de esa llegada de sentido original y totalmente pretérito –tan pretérito que se me antoja eterno-, se desvían de su futuro. Se desvían, quien sabe ni cómo ni como no, pero les ocurre que se salen del camino predestinado y puede que ahora sí, como un súbito golpe les dé de lleno un sabor inesperado y dulce que de verdad sepa a tiempo, a tiempo que corre junto a uno… absolutamente imposible de TENER ni retener.
¡Ay, luna, ¿tú no ‘tas cansa’a de girar al mesmo mundo?!
Ay, luna, quédate conmigou y nu te vayas.
Ay, luna, quédate conmigou y nu te vayas.
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